Escrito el 16 de enero del 2013
Se murió Pepe Mendoza. Sufrió un ataque cardíaco masivo. Me lo cuenta mi mujer cuando llego a casa del trabajo. Está consternada. Yo a primer instante no me acuerdo de quien es Pepe Mendoza. Pero mi mujer me dice que Alicita está destruida. Y me doy cuenta que Pepe es el hermano de Alicita, una de las mejores amigas de mi mujer cuando vivíamos en Boston. El velorio de Pepe será está noche en una funeraria cubana que está en la Le Jeune Road. “Tenemos que ir,” me dice mi mujer. Yo no veo porque tengo que ir porque la verdad es que no tenía mucha amistad con Pepe. Pero le digo que, claro, iremos. Los velorios cubanos son una suerte de reuniones sociales. Y de seguro habrá en el velorio de Pepe mucha gente de Boston que ahora vive en Miami y otros que vendrán de allá y que no veo desde hace tiempo. Llegamos a la funeraria. Vine con mi mujer y mi suegra. Hay un centenar de personas en el vestíbulo frente al salón donde está tendido el cadáver de Pepe. Algunos están vestidos correctamente, a mi parecer. Los hombres de traje, con corbata. Las mujeres con vestidos oscuros. Pero hay mucha más gente en mangas de camisa, jeans y hasta algunos en »T shirts.,» camisetas con lemas de marcas de cerveza.. Un par de mujeres están en shorts. A mi me molesta mucho que la gente vaya a un velorio vestida de forma casual. Me parece que es una falta de respeto al muerto y a la misma muerte, que es mucho peor. Uno no quiere que la muerte se sienta irrespetada. Pero, bueno. Esto es Miami, mi hermano. La Revolución acabó con las buenas costumbres en Cuba y también con alguna de la gente de este lado del Estrecho de la Florida. O quizás soy el equivocado, que se le metieron en el alma aquellas costumbres burguesas de la Cuba de antes. Whatever. Me encuentro en la funeraria con mucha de gente que no veía desde hace tiempo. Ahí está Calzadilla, con Marcela, su esposa peruana, que, como siempre, está con unas enormes gafas de sol. “¿Viste como se puso ese pobre muchacho? Parece un zepelín,” me dice Calzadilla. “Que pena, tan guapo que era y está deforme,” dice Marcela. Llega Berta, con una blusa morada. Le dice a mi suegra, “Ay, que horror, pobrecito. Es una mole, es el Globo de Cantoya.” Sale Alicita del salon donde está tendido el cadáver. Se abraza a mi mujer y a mi suegra. Lloran. “¿Lo vieron ya? Pobrecito mi hermano. Yo sabía que no podía seguir así, comiendo y engordando tanto”. Pasamos a ver el cadáver. Hay muchas coronas de flores. Prácticamente rodean el féretro más grande que he visto en mi vida.. Es descomunal. Igual que el cadáver. Hacía años que no veía a Pepe. De joven era un tipo fornido, bien parecido. Pero se convirtió en una mole, como dijo Berta.. El cadáver en el ataúd tiene que pesar 500 o 600 libras. Tal vez más. Mi suegra, gime. “Dios mío, ¿que le pasó a ese muchacho?” Mi mujer casi grita, “¡Se reventó el pobre Pepe! Le estalló el corazón.” Yo callo. No entiendo como es que una persona puede llegar a ese tamaño. Me comienzo a hacer preguntas. ¿De donde sacaron un ataúd tan grande? ¿Hubo que pedirlo a algún lugar especial? ¿Cómo es que de un momento a otro se consigue un ataúd para una persona tan grande como Pepe? ¿Cómo es que transportaron el cadáver? ¿Qué van a hacer mañana en el entierro? ¿Cómo cargan el féretro? ¿Qué le pasó a Pepe? ¿Qué le hizo llegar a ese peso? ¿Será que tenía algún problema glandular? ¿Será que, nada, le gustaba mucho la comida, que era un glotón? Me quedo en la funeraria un par de horas más. Me encanta el ambiente de los velorios cubanos. Sí, suena un poco macabro eso, pero es que la forma de despedir a los muertos de los cubanos es genial, única. La gente hace cuentos maravillosos del muerto. Uno casi que quiere darle un abrazo al cadáver. No un abrazo de triste despedida, sino de hacerle saber al muerto que era muy buena gente. Siempre hay alguien que tiene una ´´colada´´ y reparte café cubano. Yo he ido a muchos velorios irlandeses -los famosos «Irish wakes»- donde la gente bebe, llora, ríe, canta, declama poemas y se echa discursos emotivos y son muy divertidos. Pero, que va. Los velorios cubanos son los mejores. Yo no me pierdo uno.
Me presentan a la hija y la ex esposa de Pepe. Pepe era divorciado. Pero su ex mujer llora amargamente. La hija, una adolescente, se controla, pero se ve triste. Ambas visten de negro. Lo correcto. Me alegro de eso, por Pepe. Las saludos y les expreso mi solidaridad, Le digo a mi mujer que me quiero ir. Ella y mi suegra deciden quedarse. Alguien las llevará a casa después. Eso es algo muy típico de los velorios cubanos. Siempre hay alguien que te lleve a casa si la persona que te llevó a la funeraria abandonó el lugar. Al salir escucho a mi suegra decirle a Marcela que a Berta le quedan muy mal los dientes postizos que se mandó a hacer. Dice que no le caben en la boca.
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