Estoy del lado de todo aquel que exija libertad. Pero desde fuera veo lo que sucede en Cuba con una mezcla de optimismo y escepticismo.
Mi optimismo nace de que hay gente en Cuba que sueña y dentro de su realidad lucha por un país mejor.
Mi escepticismo surge de la experiencia de ver durante tantos años como el régimen aplasta brutalmente todo indicio de disidencia, ante la frialdad e indiferencia del mundo.
No creo ni en la dictadura ni en eso que llaman la comunidad internacional.
No tengo confianza en que pueda haber resultados positivos de negociaciones con los que oprimen. A la vez, no critico a quienes protestan dentro de la isla. Yo no estoy allá. Yo no he vivido allá desde que era niño. En mi caso, asumo con humildad mi condición personal de un cubano de la diáspora que ansía libertad, democracia y prosperidad para Cuba y los cubanos, pero que no ha sufrido en carne propia los latigazos de tener que nacer y sufrir toda una vida bajo la tiranía.
No es que no haya luchado desde fuera. Lo he hecho, dentro de lo que se puede hacer desde la lejanía. No lo digo como alarde. Simplemente lo declaro como una responsabiliad que asumí desde niño, reconociendo que mi cuota de lucha jamás se podrá comparar con la de tantos que entregaron la vida, o que cumplieron condenas draconianas en el presidio político. He conocido durante toda mi vida a hombres y mujeres que lucharon adentro y que tuvieron que salir cuando se hizo imposible esa lucha. Y he conocido a quienes también, en el destierro, han hecho mucho más que yo y han tenido que pagar caro por su lucha.
A ellos, como siempre, mi admiración. Y mis respetos a los que siguen dentro de la isla prisión y luchan.
Mientras tanto, observo, busco enterarme, ansío informarme.
Por eso he querido conversar con el periodista Mario J Pentón. Seguiré conversando sobre este tema. Escuchando mucho. Con respeto. Sin buscar protagonismos a los cuales no tengo derecho. Me duele Cuba.
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