La nueva ronda de negociaciones del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) inició el viernes en Ciudad de México bajo la sombra de las amenazas lanzadas por el presidente estadounidense Donald Trump el pasado domingo. Trump sugirió que abandonaría el acuerdo, pero en el gobierno mexicano hay cierto optimismo.
“Hay condiciones de negociación independientemente de algunas declaraciones”, dijo el viernes Gerardo Gutiérrez Candiani, titular de las Zonas Económicas Especiales, en unas breves declaraciones a la prensa poco después del inicio de esta segunda ronda de diálogo que culminará el próximo martes.
Gutiérrez Candiani no ocultó que una eventual salida de Washington preocupa, pero se mostró convencido de que el tratado firmado en 1994 sobrevivirá. Y si no fuera así, “México tiene muchísimas otras opciones” señaló en referencia a otros acuerdos comerciales o a la posibilidad de regirse por las normas de la Organización Mundial de Comercio.
Sobre la mesa de negociaciones estarán, entre otros temas, la parte laboral, en la que Estados Unidos quiere elevar los estándares de los trabajadores mexicanos para que los estadounidenses sean más competitivos, un punto delicado para México, y la cuestión del déficit comercial estadounidense, que Trump quiere reducir.
Para Candiani, el déficit se corrige con mayor interrelación entre las tres economías. La parte laboral en México está sujeta a lo que marca la constitución del país y para las controversias apostó por buscar mecanismos que ofrezcan mayor certidumbre y agilidad para resolverlas.
El secretario de Economía de México, Ildefonso Guajardo, en una intervención en el Senado esta semana indicó que unos 15 de los 25 grupos que están negociando tuvieron diferencias en la primera ronda de renegociaciones que comenzó el 16 de agosto en Washington. Está vez el diálogo se realizará en mesas técnicas hasta el lunes y el martes se prevé que la ronda se cierre a nivel ministerial.
Salga lo que salga de todas estas conversaciones, Guajardo no descartó que el tema no avance y por eso aseguró que “el plan alternativo lo tenemos que tener perfectamente ubicado”.
Uno de los conflictos más relevantes ha girado en torno al método de resolución de disputas del TLCAN. El tratado actual permite que haya paneles binacionales de expertos que diriman las diferencias, lo que dificulta que uno de los socios del tratado imponga aranceles unilateralmente. Estados Unidos quiere eliminar esos paneles, pero Canadá y México temen que eso le dé a Estados Unidos la oportunidad de mangonear.
Los negociadores estadounidenses también quieren endurecer la aplicación de los estándares laborales, que por el momento están cubiertos por un acuerdo aparte del TLCAN con poca capacidad para sancionar.
Uno de los principales atractivos para las manufactureras extranjeras son los bajos salarios de México. Mientras el sueldo promedio en las fábricas de China ha aumentado a 3,60 dólares la hora, en 2016 bajó a 2,10 en México, un nivel que los economistas dicen es artificialmente bajo. El país exporta cerca de tres veces más autos de los que se adquieren domésticamente, y muchos trabajadores no pueden costear los vehículos que se fabrican en México. La mayoría de las exportaciones van a Estados Unidos.
Más allá de esto, la cuestión de fondo sigue siendo en qué pasaría si Estados Unidos no obtiene lo que quiere y se retira del TLCAN.
“Ojalá que lo podamos renegociar, pero si no podemos, entonces lo terminaremos y comenzaremos desde cero con un verdadero acuerdo”, había señalado el presidente Donald Trump.
“Si el resultado de las negociaciones no es benéfico para México, por supuesto México no habrá de continuar”, contestó el secretario de Relaciones Exteriores de México, Luis Videgaray.
Fuente: Associated Press