En los primeros días de la crisis del coronavirus, el presidente Donald Trump aparecía en la sala de prensa de la Casa Blanca acompañado por un equipo de expertos en salud pública, en lo que parecía ser un frente unido contra la enfermedad que asediaba al mundo.
Pero a medida que la crisis se esparció a todos los rincones del país, con un creciente número de muertes y poca sensación de que el final esté cerca, la brecha entre el presidente y sus expertos de salud se ha vuelto más grande. El resultado: Una serie de mensajes contradictorios a diario en momentos en que se necesita más coherencia.
Trump y sus asesores políticos insisten en que Estados Unidos no tiene rival en su respuesta a la pandemia. Apuntan al hecho de que el país ha realizado más pruebas de diagnóstico que cualquier otra nación, y que el porcentaje de decesos entre los pacientes infectados es uno de los más bajos del mundo.
“En este momento, creo que está bajo control”, dijo Trump durante una entrevista con Axios. “Hemos hecho un gran trabajo”.
Pero el repunte de infecciones, hospitalizaciones y muertes narra una historia distinta. Y deja entrever que el presidente cada vez está más distanciado de los expertos médicos y de salud pública de su propio gobierno.
Se prevé que el saldo de muertes en Estados Unidos, que actualmente es de 155.000, se acelere. El pronóstico compuesto más reciente de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC por sus iniciales en inglés) proyecta un promedio de casi 1.000 decesos diarios hasta el 22 de agosto.
La doctora Deborah Birx, coordinadora del grupo de trabajo contra el coronavirus de la Casa Blanca, advirtió esta semana que el virus se ha “propagado de manera extraordinaria”.
A Trump no le gustó eso. Le restó importancia a su comentario, describiéndolo como “patético”, y la acusó de doblegarse a las críticas de la presidenta de la Cámara de Representantes Nancy Pelosi, quien horas antes había arremetido contra Birx.
El almirante Brett Giroir, subsecretario de Salud y Servicios Humanos que ha evitado contradecir al presidente a lo largo de la crisis, declaró el domingo que era momento de “dejar atrás” el debate sobre la hidroxicloroquina, el medicamento que Trump sigue promoviendo como un tratamiento eficaz contra el COVID-19, a pesar de que no existe una evidencia contundente al respecto.
El doctor Robert Redfield, director de los CDC, reconoció la semana pasada en una entrevista con ABC News que la respuesta inicial del gobierno federal a la pandemia fue demasiado lenta.
“No es una distanciamiento con el presidente, es un abismo”, dijo Lawrence Gostin, experto de salud pública de la Universidad de Georgetown. “Lo que estamos viendo es que los científicos ya no serán amedrentados por la Casa Blanca”.
Hasta hace poco, los expertos médicos en el grupo de trabajo contra el coronavirus de la Casa Blanca caminaban sobre la cuerda floja. Habían estado presionando por proporcionarle al público la mejor información científica mientras al mismo tiempo intentaban no contradecir directamente a Trump — con la esperanza de mantener influencia en el proceso de toma de decisiones.
Tales esfuerzos se han desarrollado, por momentos, como una danza incómoda.
Ya son varios meses en que la presidencia ha controlado el horario de atención a la prensa del doctor Anthony Fauci, quien irritó al mandatario y a sus asesores en los primeros días de la pandemia, debido a la atención desmedida que recibía de la prensa y a la percepción de su disposición para contradecir al presidente, según tres funcionarios de la Casa Blanca y republicanos allegados al Ala Oeste y que hablaron bajo condición de anonimato a fin de revelar conversaciones privadas.
Fauci, el principal experto en enfermedades infecciosas del país, ha adoptado un tono mucho más cauteloso que Trump o cualquier otro miembro del grupo de trabajo sobre la “reapertura” del país, desatando la frustración de un presidente que ve al resurgimiento económico como la clave para ganarse otros cuatro años en el poder.
Hasta hace poco, Birx aún contaba con el apoyo del presidente, aunque sus descripciones optimistas de la lucha contra la pandemia recientemente generaron escepticismo entre los demócratas y otros funcionarios de salud pública. Pero Trump también arremetió contra Birx en privado, así como en sus comentarios públicos de esta semana, por no expresarse con mayor optimismo sobre los estados que gozaban de una buena situación y por decir que tenía un “enorme respeto” por Pelosi, relataron los funcionarios.
Durante la pandemia, algunos funcionarios de salud pública del gobierno han expresado en privado sus inquietudes a miembros de la presidencia, indicándoles que tienen miedo de contradecir al mandatario incluso mientras intentan enfocarse en los datos e información científica detrás de la respuesta gubernamental, señalaron funcionarios. Pero públicamente existe una labor coordinada para mostrarse como un frente unido y que la Oficina Oval habla con una sola voz.
Redfield refutó el lunes que los funcionarios de salud intenten distanciarse del presidente.
“No creo que eso sea preciso”, dijo Redfield en una entrevista. “Creo que nos comunicamos con libertad y directamente de lo que vemos de la epidemia como miembros del grupo de trabajo”.
El lunes, Trump pareció revertir sus críticas a Birx por “picar el anzuelo” de Pelosi y señaló que tenía un enorme respeto por la doctora.
Insinuó que se desató su frustración debido a que su gobierno no recibe suficiente crédito por realizarles pruebas de diagnóstico a tantas personas o por presionar para reabastecer el suministro de respiradores durante los primeros días de la crisis.
“Bueno, yo creo que lo estamos haciendo muy bien”, dijo Trump.
Fuente: AP