(AP) — Mientras las calles de Colombia viven las mayores protestas antigubernamentales en décadas, el senador Gustavo Petro, un exlíder rebelde que desea suspender la cooperación antinarcóticos con Estados Unidos, pretende aprovechar el creciente descontento para alcanzar la presidencia el año próximo.
En una larga carrera política que incluyó un período como alcalde de Bogotá, Petro se ha granjeado la reputación de ser el perenne agitador de Colombia con una elocuencia admirada tanto por sus amigos como por sus enemigos.
Pero ha adoptado un enfoque decididamente discreto ante las protestas recientes, aparentemente creyendo que debe ganarse a algunos de los muchos conservadores escépticos para poder triunfar en la que sería su tercera postulación a la presidencia de Colombia.
Las protestas comenzaron el 28 de abril después de que el presidente Iván Duque intentó imponer un incremento fiscal en medio de una pandemia que ha dejado a millones de personas sin trabajo ni comida. Aunque reculó rápidamente, los manifestantes han permanecido en las calles, ampliando sus exigencias para incluir agravios que van desde el estado decrépito de los sistemas de salud y educativo del país hasta la lenta implementación del acuerdo de paz de 2016 con las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia.
Duque ha acusado a los diversos cárteles de la cocaína y mafias criminales de la nación de azuzar la agitación, aunque hasta ahora no ha presentado evidencia para respaldar dicho alegato. Pero la cultura de violencia política que afecta a Colombia desde hace mucho tiempo ha pasado factura: a la fecha, al menos 42 personas han perdido la vida, y la policía ha sido acusada de gran cantidad de abusos.
Muchos de los activistas jóvenes en las calles provienen de la izquierda de Colombia, donde Petro, de 61 años, ha estado presente durante décadas.
“Si hay alguien en Colombia que ha sido consistente en prestar atención a los jóvenes y la inequidad social, es Petro», dijo Sandra Borda, analista política de la Universidad de los Andes en Bogotá.
En el pasado, Petro no ha dudado en recurrir a Twitter —donde sus 4,2 millones de seguidores casi duplican los de Duque— para azuzar protestas, criticar a adversarios llamándolos “fascistas” o divulgar alegatos infundados de que los comicios de 2018 que perdió por una diferencia de más de 2 millones de sufragios fueron manchados por la compra de votos.
Pero esta vez Petro ha mostrado moderación, lo que contrasta con el creciente rechazo hacia Duque, a quien se califica como un líder débil e ineficaz.
El 27 de abril, la noche previa a que comenzara un paro nacional, pronunció lo que dijo era un discurso “a toda la nación colombiana» en el que exhortó a la calma y le pidió a los manifestantes que utilizaran mascarillas y mantuvieran la distancia social mientras estuvieran en las calles.
“El enemigo no es la policía”, dijo en el video publicado en las redes sociales. “El enemigo es la reforma tributaria”.
Hasta ahora ha evitado presentarse junto a los manifestantes, en parte por temor a ser encasillado como un agitador. En una grabación de audio filtrada de una reunión privada con activistas por la paz, se le escucha decir que los manifestantes deberían haber regresado a sus casas una vez que Duque suspendió el incremento fiscal.
“Creo que en el momento en que el gobierno decidió retirarla, debió declararse el triunfo popular y frenar ahí”, se le escucha decir en la reunión en línea el 5 de mayo. «En otras palabras, acumular fuerzas para lo que seguía”.
Petro no respondió a repetidas solicitudes para una entrevista.
Pero Jorge Rojas, asesor suyo desde hace tiempo, dijo que el enfoque cauteloso de Petro es intencional.
Debido a que en su juventud militó en el movimiento rebelde M-19, Petro ha tenido que combatir los intentos de los conservadores por etiquetarlo como un precursor en Colombia del “Castro-Chavismo” que seguiría el camino de los fallecidos revolucionarios Fidel Castro, de Cuba, y Hugo Chávez, de Venezuela.
“Él sabe que tiene que portarse como estadista para llenar el vacío dejado por Duque”, dijo Rojas.
Sin embargo, electores más jóvenes y menos influenciados por las batallas ideológicas de la Guerra Fría parecen ser más indulgentes.
En la ciudad de Bucaramanga, en el centro del país, Laura Velazco, de 26 años, dijo que no le teme tanto a Petro sino al statu quo: la imposibilidad de encontrar trabajo desde que se graduó de la universidad hace tres años con un título en psicología.
“En este momento estamos volviéndonos Venezuela sin estar en la izquierda, empezando por la salud, la educación”, dijo Velazco, que votó por Petro en 2018 y dice que considera volverlo a hacer el año próximo, si es que no emigra primero.
“Personalmente estaba buscando la opción de irme del país, así me tocara lavar platos, porque tengo una hija y tengo que sostenerla”, agregó.
Pero entre más violentas y conflictivas se tornen las protestas, existe el riesgo de que se culpe a Petro, dijo Borda. Aliados policiales de Duque ya le han pedido al presidente que emplace a las fuerzas armadas, suspenda las libertades civiles y decrete un estado de “conmoción interna” para controlar la agitación.
Petro empezó a destacar hace 15 años al encabezar una cruzada para exponer la alianza entre aliados conservadores del entonces presidente Álvaro Uribe y grupos paramilitares de derecha. En cautivantes discursos televisados desde el Senado, reveló evidencia que derivó en el arresto de docenas de integrantes del Congreso por vínculos delictivos con los paramilitares.
La firma del acuerdo de paz con la guerrilla de las FARC generó un espacio para políticos de izquierda que Petro ocupó con rapidez. Varias encuestas de opinión lo muestran como el claro favorito para ganar las elecciones presidenciales del año próximo, en algunos casos con un respaldo cuatro veces mayor al de su rival más cercano.
Pero algunos colegas izquierdistas dicen que su ego puede obstruir el camino de sus sagaces instintos políticos. También perdió apoyo entre las mujeres debido a su firme defensa de un exasesor que fue acusado de violencia doméstica. En 2018 salió a la luz un video grabado una década atrás en el que se le veía recibiendo fajos de billetes de un contratista gubernamental.
A pesar de ello, Petro ha logrado mantenerse en control de la izquierda y distanciarse del resto de la desprestigiada élite política de Colombia. Y, en semanas recientes, integrantes del empresariado del país han estado solicitando reunirse con Petro para saber más acerca de sus políticas, dijo Rojas. Este año planea viajar a Washington, agregó.
«Sigo reconociendo, como en 2018, la fuerza de Petro como político y hoy, más que entonces, es quizás el único que tiene un programa coherente para proponerle a un país en una profunda crisis social”, dijo María Mercedes Maldonado, quien se distanció de Petro tras fungir como su principal asesora de políticas en la campaña de 2018 debido a que —según dijo— no escucha a los activistas de las bases.
Como alcalde de la capital colombiana, se granjeó enemigos al prohibir las corridas de toros, reducir las tarifas de autobuses y transferir el control de la recolección de basura de una compañía privada a una agencia municipal, medida por la que la Fiscalía lo inhabilitó brevemente en 2014.
En ocasiones, funcionarios estadounidenses han visto a Petro como un populista radical al estilo de Chávez, según un cable secreto de la embajada estadounidense enviado en 2006 y publicado por Wikileaks. Pero dos años después, el embajador William Brownfield lo describió como “pragmático” en otro cable.
Si fuese elegido, probablemente trastocaría el papel de Colombia como el encargado de Estados Unidos en la guerra contra las drogas, la pieza clave de más de dos décadas de cooperación bilateral cercana, dijo Michael Shifter, presidente del centro de análisis Diálogo Interamericano en Washington. Podrían surgir fricciones con Estados Unidos si adopta un enfoque más indulgente hacia la vecina Venezuela y se involucra más con China, agregó.
“Un gobierno de Petro probablemente significaría mayores tensiones con Estados Unidos en la política contra las drogas, agudos conflictos con la (DEA) y el fin de la erradicación forzada» de los cultivos de coca, dijo Shifter.
De todas formas, Petro comprende la importancia de mantener buenas relaciones con Estados Unidos. “Es difícil ver cómo relaciones bilaterales hostiles le permitirían avanzar sus prioridades políticas», añadió el investigador.
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La periodista de la AP Astrid Suárez contribuyó a este despacho desde Bucaramanga, Colombia.