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Trump también buscaba una salida frente a Irán

por actualidad

El presidente Donald Trump dijo que Irán “se ha apaciguado” frente a un posible conflicto con Estados Unidos. Sin embargo, el mandatario mismo estaba igual de ansioso por hallar una salida a la disputa.

Cuando decidió no adoptar una acción militar en represalia por los misiles lanzados por Irán contra bases iraquíes que albergan a fuerzas estadounidenses, Trump retiró a Estados Unidos del borde de una guerra que podría haber desestabilizado al Medio Oriente. Este proceder corresponde a su sello en política exterior: hablar duro, pero evitar caer en un conflicto armado.

Y ese enfoque, más un poco de suerte y el propio deseo de Irán de evitar una guerra abierta, podría permitirle a Trump alcanzar un doble objetivo en un año electoral: proyectar firmeza al tiempo de tranquilizar a quienes lo apoyaron por su promesa de sacar a Estados Unidos de guerras “interminables” en el Medio Oriente.

“Este fue claramente un discurso diseñado para evitar la necesidad de adoptar más medidas militares o una guerra abierta, que no creo que el presidente desee ni Irán tampoco”, declaró el almirante retirado James Stavridis, excomandante supremo aliado de la OTAN. “Aquí tiene muy poco margen de maniobra: busca parecer enérgico y presidencial, pero en su campaña prometió sacarnos de estas guerras”.

Trump comenzó a buscar una salida a la disputa mientras decenas de miles de iraníes lamentaban el asesinato del general Qassem Soleimani en un ataque estadounidense con un dron y Teherán hablaba de vengarlo. Cuando los misiles iraníes cruzaron hacia Irak y cayeron el martes en la noche en dos bases que tienen soldados de Estados Unidos, el presidente y su equipo aguardaron antes de decidir una respuesta.

Cuando al amanecer fue evidente que no hubo bajas estadounidenses, Trump pronunció un mensaje en la Casa Blanca en el que afirmó que el ataque había sido una victoria de Estados Unidos. Señaló que la próxima medida de Washington serían sanciones, no misiles.

“Nuestras magníficas fuerzas estadounidenses están preparadas para lo que sea. Al parecer Irán se ha apaciguado, lo cual es bueno para todas las partes implicadas y muy bueno para el mundo”, afirmó Trump desde la Casa Blanca.

Sin embargo, el momento de supuesto triunfo del mandatario podría ser efímero, en particular en una región tan conflictiva como el Medio Oriente. No hay garantía de que los cohetes del martes sean el fin de la represalia de Irán, y futuras operaciones podrían implicar acciones encubiertas de paramilitares o una guerra cibernética que para Estados Unidos será más difícil atribuir a Teherán.

A medida que la crisis con Irán comenzaba a profundizarse el mes pasado, evidentemente había más en juego que en otros conflictos internacionales de Trump.

Desde hace tiempo Irán representa una amenaza cada vez mayor, y las tensiones se han agravado después de que Trump retirara a Estados Unidos del acuerdo nuclear concertado durante la presidencia de Barack Obama. Teherán se enfureció luego de que Trump le impuso un conjunto de sanciones asfixiantes dentro de una campaña de “máxima presión” para impedirle construir un arma nuclear.

Cuando combatientes paramilitares apoyados por Irak lanzaron un ataque en el que murió un contratista estadounidense y hostilizaron a la embajada de Estados Unidos en Bagdad, a Trump le presentaron una serie de posibles respuestas. Para sorpresa de su equipo de seguridad nacional, el mandatario optó por la opción más drástica: un ataque para aniquilar a Soleimani.

Las consecuencias del ataque eran desconocidas: ¿Cuál sería la represalia de Irán? ¿Atacaría otros países u obligaría a Estados Unidos a atacar de nuevo? Otros presidentes estadounidenses tuvieron oportunidades de eliminar a Soleimani pero decidieron no hacerlo por temor a provocar una guerra.

Pero Trump, habitualmente reacio a arriesgar convertir un enfrentamiento en una guerra, salió de una reunión con su personal de campaña en su centro vacacional Mar-a-Lago para aprobar el ataque letal.

Irán contraatacó el martes en la noche con sus misiles, aunque no causaron bajas. La respuesta de Teherán le permitió tranquilizar a los sectores iraníes de línea dura sin provocar más a Trump para que ordenara un ataque en gran escala.

Y posteriormente el mandatario le exigió a la OTAN que intervenga y aumente su presencia en el Medio Oriente, aunque por el momento se desconocía si ese era un inusual reconocimiento de la importancia de la alianza militar o una exhortación adicional a que aporte más recursos.

Desde hace tiempo Trump ha hecho de su oposición a la guerra parte de su identidad política. Aunque en 2003 apoyó brevemente el conflicto en Irak, después se convirtió en un firme oponente y declaró que era un desperdicio de vidas y recursos estadounidenses.

Sus promesas de política exterior durante su campaña carecieron sistemáticamente de coherencia: mientras prometía retirar a Estados Unidos del Medio Oriente, afirmaba que “destruiría con bombardeos” al Estado Islámico.

Desde que asumió la presidencia, Trump ha lanzado ataques limitados con misiles contra Siria, y autorizó el asesinato del líder del Estado Islámico, Abu Bakr al-Baghdadi en ese país, aunque también retiro a la mayoría del personal militar estadounidense. La eliminación de Al-Baghdadi se convirtió en un elemento básico en los anuncios de campaña del mandatario.

Y en Corea del Norte, tal vez la situación más análoga a Irán, Trump lanzó primero advertencias belicosas de que Estados Unidos podría desatar “fuego y furia” contra Pyongyang antes de bajar la temperatura a las fricciones y tratar de evitar el conflicto militar.

“Trump arriesga mucho capital político con el despliegue de decenas de miles de efectivos en el Medio Oriente. Una parte central del atractivo de él para numerosos electores fue su promesa de poner fin a las guerras interminables, y este episodio con Irán ha puesto eso en riesgo”, dijo el estratega republicano Alex Conant.

“Sin embargo, si Trump puede proyectar fortaleza sin tener que enfrentar ninguna consecuencia real, eso es una victoria clara para él. Si puede matar a un terrorista sin padecer represalias en el mundo real, es simplemente una ventaja política para él”.

Fuente: AP

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