El ala este de la Casa Blanca, el «corazón» de la residencia del presidente de Estados Unidos, como la describió Anita McBride, secretaria personal de la exprimera dama Laura Bush, ha quedado ya completamente demolida para dar paso a la construcción del enorme salón de baile con el que Donald Trump quiere inmortalizar su paso por la oficina presidencial: un proyecto que ya ha sobrepasado su presupuesto inicial y que ha terminado su primera fase esta semana, tres meses después de que Trump declarara en público su intención de dejar el edificio intacto.
La Administración Trump ha dedicado los últimos días a esgrimir que la magnitud del proyecto es tal que ha terminado por superar las expectativas iniciales, recordando que el presidente está perfectamente capacitado para ordenar la demolición del ala este y pedido a la gente, en palabras de la secretaria de prensa Karoline Leavitt, que «confíe en el proceso» con la mirada puesta en el resultado final.
Trump espera inaugurar el Salón de Bailes de Estado de la Casa Blanca de antes del final de su segundo mandato, en 2029. La Administración Trump habla de un espacio aproximado de 8.300 metros cuadrados, un área que, en principio, prácticamente duplicaría el tamaño entero de la residencia por lo que lo más probable es que esta estimación haya tenido en cuenta niveles inferiores para alojar la cocina y su almacén.
En cualquier caso el proyecto concebido por McCrery Architects ocupará el vacío dejado ya por el ala este, construida en 1902 siguiendo el diseño de Lorenzo Winslow, que acogía entre otras instancias el despacho de la Primera Dama y la columnata donde se encontraba la sala de cine, y descansaba, como lo hará el salón, sobre el Centro de Operaciones de Emergencia, el búnker presidencial.
UNA DEMOLICIÓN A LA FUERZA
La proximidad del ala este al histórico edificio del Tesoro de EEUU ha provocado que sea imposible levantar el salón como un espacio anexo, y la razón legal está vinculada precisamente al motivo por el que Donald Trump está capacitado para ordenar la demolición sin necesidad del dictamen de una comisión evaluadora previa: la Ley Nacional de Preservación Histórica exime a la Casa Blanca de este prolegómeno, que Trump y su equipo hubieran tenido que cumplimentar en el caso de haber afectado a la sede del Tesoro, que además es Sitio Histórico.
El verdadero trámite vendrá después, cuando la construcción del proyecto sea sometido al dictamen de la Comisión Nacional de Planificación de la Capital. Sucede, no obstante, que las labores de este organismo están ahora mismo suspendidas debido al actual cierre del gobierno a raíz de la crisis abierta en el Congreso de EEUU sobre la aprobación de las partidas presupuestarias.
Es una incertidumbre añadida que prosigue a una demolición que, en principio, nunca iba a ocurrir. El pasado 31 de julio, ante los medios, Trump garantizó que su salón de baile iba a acabar «al lado del ala este, pero sin tocarla», y que en ningún afectaría a la integridad de la residencia. «Soy el fan más grande de este edificio», reiteró. De hecho, en su comunicado oficial, la propia Casa Blanca aseguró que el salón «quedaría sustancialmente separado del edificio principal».
También resulta una incógnita el presupuesto final de la obra. La Casa Blanca estimó en julio un montante inicial de 200 millones de dólares (172 millones de euros). El pasado miércoles, Trump habló de unos 300 millones (casi 260 millones de euros), entre nuevas garantías de que la obra no costaría a los estadounidenses ni un centavo: el presupuesto será cubierto por las donaciones de compañías estadounidenses y allegados del mandatario.
De hecho, la Administración Trump ha publicado una lista de los «patriotas», como los describió, que se encargarán de costear el salón. Entre ellos se encuentran Amazon, Apple, Comcast, Google, Meta, Microsoft o Palantir. A título individual, la Casa Blanca ha confirmado la participación de multimillonarios como la familia Glazer, el expresidente de Marvel Entertainment Isaac Perlmutter, el inversor Konstantin Sokolov o los gemelos Cameron y Tyler Winklevoss, conocidos sobre todo por demandar en su día a Mark Zuckerberg en los albores de Facebook.
REACCIONES
Una encuesta de YouGov America publicada el pasado 22 de octubre pone de manifiesto cierto descontento entre la población sobre este proyecto. Solo un 33 y un 24 por ciento de americanos se ha declarado a favor, respectivamente, de la demolición del ala este y del levantamiento del salón. De hecho, un 28 por ciento de los encuestados declarados como republicanos se ha mostrado en contra de la demolición, según los datos del sondeo (con un margen de error del +/- 3 por ciento).
Sin realmente manifestarse en contra del proyecto, el Instituto Americano de Arquitectos (AIA) ha rogado a sus responsables que ejerzan el mayor de los cuidados a la hora de abordarlo. «El edificio histórico ubicado en el número 1600 de la Avenida Pensilvania es la Casa del Pueblo, un tesoro nacional y un símbolo perdurable de nuestra democracia. Cualquier modificación, especialmente de esta magnitud, debe reflejar la importancia, la escala y el peso simbólico de la propia Casa Blanca», han hecho saber en una carta de su secretario ejecutivo, John Stanwich, publicada en su página web.
Las ex primeras damas tampoco se han pronunciado abiertamente sobre la obra, aunque gente próxima como la exsecretaria de la penúltima primera dama Jill Biden, Vanessa Valdivia, lamenta a East Wing Magazine todo lo que está ocurriendo.
«Las imágenes de la demolición del ala este son impactantes: nuestra historia colectiva estadounidense borrada y arrasada. Me entristece no solo como exfuncionaria sino como estadounidense», ha indicado Valdivia, antes de recordar que «este insolente proyecto también ha cerrado las puertas de la Casa Blanca al público, e impedirá las visitas guiadas durante meses», en lo que describió como una falta de respeto a la rica historia de las primeras damas que trabajaron» allí.
Para McBride, en declaraciones al mismo medio, solo queda recordar la importancia histórica que ha tenido el anexo. «Puede que los muros hayan desaparecido, pero las historias del Ala Este deben preservarse y compartirse para las generaciones venideras», ha remachado.
Fuente: Europa Press