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Red China-Florida inunda de «Molly» las calles de Miami

por actualidad

Culpable. Es el veredicto que le dictó este lunes un juez federal a Mario Melton, de 30 años, acusado de importar a Florida a través de un negocio familiar de transporte de carga drogas sintéticas desde laboratorios chinos, según informó el diario Miami Herald.

El hombre, aspirante a abogado de una universidad del estado de Florida, fue también la pieza maestra de una red de distribución sin precedentes en la historia de la ciudad de Miami, involucrando a dos ex soldados, entre otros pintorescos personajes.

Melton parecía destinado a un futuro en libertad. Además de estudiar derecho en la Universidad de St. Thomas, estuvo a la cabeza de una start-up dedicada a la comercialización de una bebida energética llamada Dolce Shot. Nada de eso prosperó, así que fue el tráfico de drogas con lo que Milton logró el éxito y conocerá ahora la cárcel.

Mario Melton

El producto estrella es una droga de diseño importada de China llamada Molly. Detrás de ese nombre, se esconde una potente mezcla de químicos, que imita los efectos del MDMA, especialmente popular entre los jóvenes. La importación de drogas desde el país asiático es, en apariencia, un modelo de negocios de moda en Florida, y antes de Melton, las autoridades ya habían perdido tres casos en los que habían intentado condenar a importadores.

Pero Mario Melton fue un eslabón importante y necesario de una cadena que además incluyó ex soldados del Ejército norteamericano, taxi boys, actrices porno y una ingeniería comercial al servicio de la industria de las fiestas en Miami. Como sucede muchas veces, la clave que permitió a las autoridades dar con el negocio fue una simple pelea de pareja, según reseña Miami Herald.

Jorge Hernández y Matthew Anich habían sido soldados. Abandonada su carrera castrense y dedicados mayormente al fisicoculturismo, ambos habían montado una red de distribución de la droga Molly a través de strippers y mujeres jóvenes, que vendían las pastillas, recogían los paquetes o hacían giros de dinero.

Matthew Anich

Cuando los policías tomaron testimonio a la novia de Anich -una estrella porno que se hacía llamar Selena Rose-, por una simple disputa doméstica con su pareja, no dieron crédito de lo que oían. La mujer les reveló con lujo de detalles el funcionamientodel negocio clandestino. Fue el principio del fin para Melton.

Hernández, Anich y Melton se conocieron a través de Peter Pereira, un stripper que también trabajaba como taxi boy en la noche de Miami. Pereira ya estaba involucrado en el negocio de la distribución de Molly. Según las autoridades, Melton puso a disposición del negocio a la empresa de cargas de su familia, a fin de importar desde China lotes mayores y más lucrativos de la droga sintética.

Uno de los testimonios claves lo aportó Hernández, un hombre de 37 años que antes de dedicarse al negocio de la distribución de drogas, había servido en Irak y Afganistán como lingüísta de árabe. Hoy con su cuerpo poblado de tatuajes, el hombre reveló que los emoticones de pequeñas cacas sonrientes que le enviaba a Melton eran la clave de que su operación estaba comprometida por las autoridades.

Jorge Hernandez

La defensa del acusado sostuvo durante el juicio que su defendido no sabía absolutamente nada de drogas sintéticas y que la empresa de su familia había sido cooptada por una red de narcotraficantes que ahora decía mentiras en un intento desesperado de reducir sus penas. «Él sabía exactamente lo que había en las cajas provenientes de China», fue la respuesta del fiscal Tony González, cuando se dirigió a los miembros del jurado.

Cuando se leyó el veredicto en el juzgado, la familia de Melton se estremeció. La abuela del acusado puso su cara entre las manos y no pudo contener el llanto. Al jurado le tomó poco más de una hora llegar a su decisión. Mario Melton fue hallado culpable de «conspiración para importar sustancias controladas y posesión de drogas con intención de distribución» y enfrenta una pena de casi 10 años en prisión. La sentencia definitiva se dará a conocer en mayo.

Al dejar la sala, la madre de Melton se dirigió al fiscal: «¡Justicia Divina! Sepa que hay un Dios».

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