Es difícil exagerar cuánto se ha preparado el ejército norteamericano para el día en que Estados Unidos decida entrar en una guerra nuclear. Ningún detalle parece haber sido pasado por alto.
Incluso hay una puerta de «escape seguro» designada en el cuartel general de guerra nuclear cerca de Omaha, Nebraska. Un comandante de cuatro estrellas tomaría rápidamente esa puerta hacia un avión que le permitiría huir momentos antes del primer impacto de una bomba.
Existen procedimientos para asegurar que las armas nucleares de Estados Unidos estén listas para una orden presidencial de lanzamiento, en respuesta a un ataque nuclear de Corea del Norte o de cualquier otro país. Existen procedimientos de respaldo y hasta copias de seguridad para las copias de seguridad.
Sin embargo, los aspectos fundamentales de esta secuencia de pesadilla siguen siendo un misterio.
Por ejemplo, ¿qué pasaría si un presidente estadounidense ordenara un ataque nuclear _por la razón que sea_ y el general de cuatro estrellas del Comando Estratégico se negara a hacerlo, creyendo que es ilegal?
Esa pregunta le fue hecha a Robert Kehler, un general retirado que una vez lideró ese comando, durante en una audiencia legislativa la semana pasada. Su respuesta fue: «Estarías en una situación constitucional muy interesante».
Por «interesante», pareció querer decir desconcertante.
Brian McKeon, asesor principal de política en el Pentágono durante el gobierno de Barack Obama, dijo que el primer recurso del presidente sería decirle al secretario de la Defensa que le ordenara al comandante renuente a ejecutar la orden de lanzamiento.
«Y entonces, si el comandante aún se resistiera», agregó McKeon mientras se frotaba la barbilla, «se nombraría un nuevo secretario de Defensa o un nuevo comandante». La implicación es que, de una forma u otra, el comandante en jefe _el presidente_ haría cumplir su voluntad.
El actual jefe del Comando Estratégico, general John Hyten, dijo el sábado en un foro sobre seguridad internacional en Halifax, Canadá, que se negaría a acatar una orden presidencial si considerase que es ilegal. Pronosticó que, en ese caso, el mandatario le preguntaría qué opciones considera legales.
Bruce Blair, ex oficial de la unidad de lanzamiento de misiles nucleares y cofundador de Global Zero, una agrupación a favor de la eliminación de las armas nucleares, dijo que el escenario que presentó Kehler ignora un dato importante: El presidente bien puede pasar por alto al jefe del Comando Estratégico.
Un mandatario puede trasmitir su orden directamente al salón de guerra del Pentágono, señaló Blair. De allí iría a los hombres y mujeres que harían girar las llaves del lanzamiento.
La atención renovada que se está prestando a estas cuestiones refleja la inquietud _justificada o no_ en torno al temperamento del presidente Donald Trump y la posibilidad de que actúe impulsivamente durante una crisis.
La audiencia del Senado de la semana pasada fue la primera en el Congreso sobre la autoridad presidencial para usar armas nucleares desde 1976, cuando un congresista demócrata de Nueva York, Richard L. Ottinger, presionó para que Estados Unidos declarara que nunca iniciaría una guerra nuclear.
Cuarenta y un años después, Estados Unidos no ha descartado las opciones nucleares de dar el primer golpe y es poco probable que lo haga durante el mandato de Trump. Esto inquieta a los expertos que se preocupan por la capacidad de un presidente con la única autoridad _algunos dicen que sin control_ para iniciar una guerra nuclear.
“Nos preocupa el que el presidente de Estados Unidos sea alguien tan inestable, tan volátil, y que haya un proceso de toma de decisiones tan quijotesco, que se pueda ordenar un uso de armas nucleares que va totalmente en contra de los intereses de seguridad nacional” del país, declaró el senador demócrata Chris Murphy en la vista de la semana pasada.
El presidente de la comisión, el senador republicano Bob Corker, dijo que no tenía a Trump en la mira. Pero él también se preguntó si la agresiva retórica de Trump hacia Corea del Norte y otros países no llevaría al país a una guerra mundial. Al final de cuentas, la vista no dio mayor impulso a la campaña a favor de una legislación que modifique la autoridad presidencial.
James Acton, codirector del programa de políticas nucleares del Carnegie Endowment for International Peace, dice que, si bien hay muchas maniobras políticas, “este es un tema realmente importante, que habría que debatir sin importar quién es el presidente”.
Acton dijo que le corresponde al presidente tener total autoridad para el uso de armas nucleares en respuesta a un ataque nuclear real o inminente. Y opinó que, de no haber una agresión inminente, el presidente debería consultar con los secretarios de estado, defensa y justicia, y contar con el apoyo de al menos dos de ellos para lanzar un ataque.
Fuente: Associated Press