Primero llegaron las llamas, un incendio rugiente impulsado por vientos de 80 kph (50 mph) que consumieron la casa de Kelsey Norton y dejaron 85 muertos en su comunidad.
Luego arribó el humo, no sólo del bosque sino también de unas 14.000 viviendas y su contenido que ardía, generando una espesa columna que envolvió completamente porciones del norte de California durante semanas y dejó a Norton jadeando por falta de aire.
“No quiero tener cáncer en mis 50 porque inhalé humo en mis 30”, afirmó.
Las cifras de muertos y propiedades perdidas cuando un incendio arrasó el poblado de Paradise, California, en las faldas de la Sierra Nevada en noviembre de 2018, están bien documentadas. Sin embargo, aún se desconoce el impacto a largo plazo de la intensa exposición al humo sufrida por los sobrevivientes de la tragedia y los cientos de miles de personas que vivían en comunidades donde el viento les trajo el humo del fuego.
Incendios cada vez más intensos están consumiendo bosques desde el oeste de Estados Unidos hasta Australia, y generando preocupación entre los habitantes y los médicos acerca de los impactos a largo plazo de la exposición al humo sobre la salud.
El asunto tiene implicaciones de amplio alcance en una época en que el cambio climático está haciendo que algunas regiones del planeta se tornen más secas y propensas a los incendios, los cuales generan columnas de humo que pueden recorrer miles de kilómetros y afectar a millones de personas.
Los incendios sin precedente que arden en Australia ofrecen el ejemplo más reciente mientras cubren grandes ciudades con contaminación atmosférica peligrosa. El humo de esas llamas, que comenzaron a arder en septiembre, para esta semana ya se había extendido a través de más de 20 millones de kilómetros cuadrados (7,7 millones de millas cuadradas) y flotó a lo largo del Océano Pacífico hasta llegar a Sudamérica, según la agencia meteorológica de las Naciones Unidas y el Servicio de Monitoreo Atmosférico Copérnico.
El fuego ha destruido más de 2.000 casas y ha dejado al menos 26 muertos. Las autoridades ordenaron más evacuaciones en los estados vecinos de Nueva Gales del Sur y Victoria, luego de que las crecientes temperaturas y los vientos erráticos amenazaban el viernes con azuzar docenas de incendios que aún arden fuera de control.
Los investigadores y las autoridades de salud creen que más personas se enfermarán y muchas morirán mientras el oeste estadounidense y otras regiones son presa de incendios más grandes e intensos.
Se calcula que 20.000 fallecimientos prematuros ocurren cada año en Estados Unidos debido a exposición crónica al humo de incendios forestales. Se prevé que esa cifra se duplicará para fines del siglo, según científicos financiados por la NASA, mientras decenas de millones de personas se ven expuestas a “olas de humo” masivas que emanan de incendios en estados del oeste.
Sin embargo, aunque esos pronósticos ayudan a ilustrar los profundos impactos de un clima cada vez más cálido, no pueden predecir qué incendios serán letales y qué individuos desarrollarán problemas pulmonares u otras enfermedades.
Estudios efectuados a bomberos de incendios forestales permiten comprender mejor los riesgos de la inhalación de humo. Han mostrado tasas significativamente más altas de cáncer pulmonar y muerte por enfermedades cardiacas, dijo Michael Kleinman, que investiga los efectos de la contaminación atmosférica sobre la salud y es profesor de toxicología ambiental en la Universidad de California, campus de Irvine.
Los bomberos reciben dosis de humo mucho más elevadas y frecuentes, pero Kleinman dijo que puede esperarse un incremento proporcional en las enfermedades entre el público en general expuesto al humo de incendios forestales en California y otras regiones del oeste de Estados Unidos.
“Es seguro afirmar que probablemente habrá más efectos a largo plazo”, afirmó Kleinman. “Especialmente si esos eventos ocurrieron durante un período de tiempo más largo o más repetidamente, habrá daño acumulativo en el pulmón y el corazón que a la larga derivará en una enfermedad crónica”.
Mientras huía con su novio por delante del incendio que destruyó Paradise la mañana del 8 de noviembre de 2018, Norton dijo que el humo estaba tan espeso “que parecía medianoche”.
Unos días después, regresó a su trabajo en un hospital en Chico, a unos 24 kilómetros (15 millas) de Paradise. Pero el humo del incendio que aún ardía se había metido a las instalaciones. No había suficientes mascarillas para todos, así que Norton dijo que anduvo varios días sin una.
En un principio sólo sintió que hacía un silbido al respirar, pero dos semanas después sufrió una infección respiratoria acompañada de fiebre y una intensa congestión nasal. Cuando finalmente se curó, sufrió otra, y luego otra: ocho o nueve infecciones el año pasado.
“Sólo quiero romper este ciclo de enfermedades”, afirmó.
Norton dice que nunca ha fumado, ni sus padres, y nunca había tenido problemas respiratorios antes del incendio. Faltó tanto al trabajo que un supervisor le hizo una advertencia.
El neumólogo que la atendió en un principio, Dinesh Verma, dijo que ve una “correlación directa” entre la exposición de Norton al humo y sus problemas de salud posteriores.
“Definitivamente la explicación lógica sería que el humo intenso, fundamentalmente la exposición a sustancias químicas, sí dañó las vías respiratorias a un grado que ahora son más susceptibles” a las infecciones, afirmó.
Fuente: AP