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Nora Sándigo, la guardiana de los inmigrantes en el sur de Florida

por actualidad

Su esposo fue detenido por la policía de inmigración cuando regresaba de trabajar en una obra de construcción del sur de la Florida. La agricultora mexicana de 29 años está desesperada: teme que lo deporten y que en cualquier momento le suceda lo mismo a ella. No deja de pensar qué sería de sus dos hijos.

Llama entonces por teléfono a Nora Sándigo, una activista que ha aceptado ser guardiana de 1.250 niños, convirtiéndose en una parte esencial de los planes de emergencia de inmigrantes que permanecen en el país ilegalmente y enfrentan la posibilidad de ser detenidos y deportados por la política de mano dura del presidente Donald Trump.

“No te preocupes”, le dijo Sándigo, una mañana reciente. “Ven a verme mañana”.

Cientos de padres inmigrantes han firmado un poder que le permite a Sándigo cuidar de sus hijos si son detenidos o deportados. Lo hacen por adelantado porque una vez detenidos podrían verse imposibilitados.

“La gente está desesperada buscando hacer estos documentos para proteger a sus hijos”, expresó Sándigo después de haber abrazado a la joven mexicana. “Una vez que los detienen ya es muy poco lo que se puede hacer”, manifestó la activista de 52 años.

El poder le permite a Sándigo firmar documentos y representar a los niños en las escuelas, hospitales y tribunales. Puede ayudarlos a que permanezcan en el país legalmente si no son ciudadanos, o a viajar al exterior a reunirse con sus padres.

Al menos una vez a la semana Sándigo maneja hasta la vecina ciudad de Homestead, al sur de Miami, para visitar y dejar ropas y alimentos donados a algunos inmigrantes, la mayoría de ellos mexicanos y centroamericanos que trabajan en las plantaciones agrícolas y viveros del área.

Cada dos semanas, numerosas familias se reúnen en su casa finca de las afueras de Miami. A veces acuden varios cientos de niños.

Allí les entrega alimentos, pañales y ropas donadas a los adultos mientras los chicos juegan en el parque de la casa, rodeados de ponis, cerdos, cabras y pavos.

La gran mayoría de los niños aún vive con al menos uno de sus padres, y posiblemente ella no tenga nunca que cuidar de muchos de ellos.

La activista, una mujer profundamente religiosa y madre de dos hijas, se involucra más como guardiana si los padres de los niños son detenidos o deportados.

En diciembre acompañó a una nena de ocho años al hospital porque no paraba de llorar, ni dormía o comía después de la detención de su padre, un inmigrante mexicano. También fue a una audiencia judicial de asilo en un tribunal de inmigración con una niña hondureña cuyo padre fue deportado.

Dos hermanos cuyos padres fueron repatriados a Nicaragua vivieron con ella unos dos años. La mayor estudia ahora en la Universidad Georgetown, en Washington D.C, y el menor vive con un tío y prevé unirse al ejército cuando termine la escuela.

Ritibh Kumar, un adolescente de 16 años cuyos padres fueron deportados a la India, vive con Sándigo desde septiembre de 2016. Ella lo llama “mi hijo precioso”.

Kumar, un chico alto y atlético que nació en Seattle, dijo que Sándigo revisa sus tareas escolares y acude a cada uno de sus partidos de fútbol americano.

“Es mi fan número uno”, expresó Kumar sonriendo. “Esta es mi segunda casa, mi segunda mamá”.

Después de haber sido deportada a Colombia, Lucía Ambruno le pidió a Sándigo que fuera guardiana de sus dos hijos. Los adolescentes vivieron en su casa de Kendall durante varios meses, hasta que se mudaron con unos amigos de la familia.

“Ella inspira mucha seguridad, mucho amor”, dijo Ambruno, sobre Sándigo. “Le entregué mis hijitos y no me equivoqué”, expresó la colombiana de 42 años en comunicación telefónica desde Buga, cerca de la costa del Pacífico colombiano.

Sándigo se siente identificada con los inmigrantes que ayuda.

Huyó sola de Nicaragua cuando era una adolescente, después que el gobierno socialista sandinista confiscó propiedades de su familia. En los años 80 suministró ropa y “todo lo que fuera necesario” a los insurgentes respaldados por Estados Unidos para contrarrestar al sandinismo y después alentó a su hermano a que también saliera de su país.

Se naturalizó como ciudadana estadounidense en 1996 y desde hace décadas es conocida por sus esfuerzos en pro de los inmigrantes, que incluyen una reciente demanda contra el presidente Trump a nombre de niños estadounidenses cuyos padres han sido deportados.

“Nora ha demostrado que tiene un corazón muy grande y que está comprometida con darle a muchos niños inmigrantes un buen comienzo para sus vidas”, dijo la representante republicana Ileana Ros Lehtinen.

La primera vez que Sándigo se convirtió en guardiana fue en 2006, cuando una mujer deportada la contactó para que le enviara a su hija a Perú.

“Soy una mamá guerrera, dispuesta a proteger a estos niños y a sus padres”, dijo.

Las donaciones a la Fundación de Niños Nora Sándigo ayudan con los esfuerzos, pero deben ser complementadas con dinero de los negocios de Sándigo y su esposo, entre ellos un vivero y un asilo de ancianos. Algunos abogados también ayudan sin cargo.

Por más de una década Sándigo se ha desempeñado como guardiana, pero en el último año la cantidad de casos nuevos ha crecido cerca de un 40%. Cada día se ve inundada por decenas de emails, llamadas, mensajes de Facebook y de texto con pedidos de padres interesados en darle el poder para que asuman la custodia de sus hijos de ser necesario.

Más de 110.500 inmigrantes fueron detenidos bajo sospechas de permanecer ilegalmente en el país en los primeros nueve meses del gobierno de Trump, un aumento del 42% con respecto al año anterior, de acuerdo con la Policía de Inmigración y Aduanas (ICE, por su nombre en inglés).

El gobierno ha puesto fin también a programas que suspendían la deportación de cientos de miles de inmigrantes, incluyendo a personas de países devastados por desastres naturales, como Nicaragua y El Salvador.

El poder en cuestión no concede la custodia legal completa ni transfiere los derechos de los padres. Para firmarlos, los inmigrantes no necesitan ir a un tribunal sino hacerlo solamente frente a un notario público, que da fe de que fueron los padres los que firmaron.

Las autoridades no intervienen a menos que haya acusaciones de fraude o abuso, en cuyo caso un juez podría poner fin al acuerdo entre Sándigo y los padres.

Aunque hay otras personas que aceptan ser guardianas de hijos de inmigrantes, expertos de inmigración aseguran que no conocen a nadie más que tenga tantos niños bajo su custodia como Sándigo.

La inmigrante mexicana que llamó a Sándigo firmó el documento por recomendación de una amiga.

Lucía, que pidió ser identificada sólo por su primer nombre, acudió a la casa de Sándigo la noche siguiente a la llamada. Dejó a su hija de 11 años bajo cuidado de un vecino y después de haber trabajado ocho horas recogiendo calabazas en el campo, recogió a su pequeño de dos años y manejó cerca de una hora, con temor a que la detuvieran las autoridades de inmigración.

Sándigo abrazó a Lucía como si se conocieran desde hace años. El niño se puso a jugar con una pelota, mientras las mujeres hablaban en el living.

Lucía dijo que lo principal era que sus hijos tuvieran con quién quedarse en caso de que ella fuera también detenida, alguien que se los mandara a la ciudad mexicana de San Luis Potosí si fuera deportada. Su esposo cruzó la frontera en 2006 y ella el año siguiente.

“Ella sí es muy buena persona y por eso estoy aquí pidiéndole ayuda”, dijo sollozando.

Sándigo trató de tranquilizarla, pero mientras la mujer se iba manejando en medio de la noche, admitió que a veces no lo consigue.

“La gente tiene miedo, sabe que las posibilidades de causar estragos en sus familias es enorme”, expresó.

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