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La nación se conmueve por atroz crimen en Charleston

por actualidad

Para cometer el más sacrílego de los pecados en el más sagrado de los lugares, el joven con la pistola pasó casi una hora rezando con la gente que serían sus víctimas.

Entonces abrió fuego.

Nueve fallecieron. Tres sobrevivieron. Uno fue herido. El joven se marchó en unHyundai Elantra GS, 2000, con placas de Carolina del Sur, LGF330.

La histórica Iglesia Metodista Episcopal Africana Emanuel, una congregación formada en 1816 y de tal prominencia que los feligreses la reverencian como la “Madre Emanuel” tuvo que atender a sus hijos abatidos.

Catorce horas después de la balacera, a 250 millas de distancia en Shelby, Carolina del Norte, un florista que había escuchado sobre el homicidio en masa y sobre el muchacho de 21 años de edad acusado de haberlo cometido, vio el Hyundai el jueves por la mañana y llamó a la policía.

Dylan Storm Roof fue detenido. No se resistió al arresto.

“En Estados Unidos no permitimos que gente mala como esta se salga con la suya, al cometer este tipo de acto vil”, dijo el alcalde de Charleston, Joe Riley.

Roof, un joven delgado que aparece en fotos colocadas online, con una melena de cabello claro, fue a la secundaria en Lexington, Carolina del Sur. En una de las fotos, aparece usando símbolos de fanatismo de la supremacía de la raza blanca, una bandera de la otrora república gobernada por blancos, Rodesia (hoy en día Zimbabue) y otra de Sudáfrica bajo elapartheid o segregación racial. Otra foto muestra una placa decorativa en donde aparece el texto “Estados Confederados de América”

El Departamento de Justicia de Estados Unidos está investigando la balacera como un crimen motivado por el odio.

En febrero, Roof fue acusado de posesión de drogas por una sustancia que requería prescripción. En Abril, fue encontrado culpable de un cargo menor por invasión de la propiedad en el techo de un centro comercial. Su tío dijo a Reuters que el padre de Roof le había regalado una pistola calibre .45 en su cumpleaños 21.

“He tenido que dar declaraciones como esta demasiadas veces”, dijo el Presidente Barack Obama en la Casa Blanca. “No tenemos todos los hechos, pero sí sabemos que, una vez más, gente inocente fue asesinada, en parte, porque alguien que quería hacerles daño no tuvo impedimentos para que una pistola llegara a sus manos”.

En Charleston, donde una persona parada frente a una iglesia con frecuencia puede ver el campanario de otra cercana –lo que le ha dado el apodo de la “Ciudad Sagrada”–, los inocentes –seis mujeres y tres hombres– se habían reunido a mitad de semana para una sesión de estudio de la Biblia con su pastor, el reverendo Clementa Pinckney, de 41 años de edad, un senador estatal demócrata con una voz estruendosa y un talante gentil.

Pinckney falleció.

También falleció Cynthia Hurd, de 54 años. Y Susie Jackson, de 87 años. Y Ethel Lance, de 70 años. Y el reverendo DePayne Middleton, de 49 años. Y Tywanza Sanders, de 26 años. Y Daniel Simmons de 74 años. Y la reverenda Sharonda Singleton, de 45 años. Y Myra Thompson, de 59 años.

Según el forense, de múltiples heridas de bala.

“Hay un incremento en violencia sin sentido” dijo el reverendo John Richard Bryant, obispo del cuarto distrito de la Iglesia Episcopal Metodista Africana., durante una concurrida vigilia realizada en honor a las victimas el jueves por la tarde. “Hay violencia en los parques. Hay violencia en nuestros hogares. Hay violencia en nuestras escuelas. Ahora hay violencia en nuestras iglesias”.

“Y existe un solo denominador común, y ese único denominador común es el arma de fuego”.

Muchas de las personas en los bancos de la iglesia Morris Brown A.M.E. se levantaron a aplaudir. Pero no todo el mundo.

La gobernadora republicana Nikki Haley, quien habló en la vigilia, apoyó meses atrás que no se exigiera más a los dueños de armas de fuego pasar un entrenamiento o una verificación de antecedentes penales.

“Al despertarnos hoy, el corazón de Carolina del Sur había sido roto”, dijo ella a la prensa el jueves, haciendo una pausa a mitad de oración para contener sus emociones.

“Venceremos”, cantaron los congregados en la vigilia con voces poderosas, mientras se balanceaban de un lado a otro tomados de las manos.

Luego, alguien llamó que había habido una amenaza de bomba. La iglesia fue evacuada. La amenaza resultó ser falsa.

Hubo otras amenazas de bomba el jueves, más tarde, incluso después de la conferencia de prensa con el médico forense. Había habido una en la noche del miércoles, entre el caos extrañamente silencioso que siguió el tiroteo. La policía trató de rastrear al tirador en la oscuridad con perros y helicópteros. En cierto momento, detuvieron a la persona equivocada –un joven fotógrafo– porque estaba vestido como el sospechoso: camisa gris y pantalones de color oscuro.

Se formó un circulo de oración improvisado, y el desolado pastor miró al cielo lleno de indignación.

“¿Qué vamos a hacer ahora?”, preguntó el reverendo Thomas Ravenell de la Iglesia Bautista Misionera de Empoderamiento de North Charleston. “¿Cómo puedo mirar al cielo si siempre tengo el infierno a mis espaldas?”

 

 

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