En medio de toda la angustia e incertidumbre de viajar a un lugar donde está el foco de un conflicto que nadie sabe cómo acabará, un grupo de periodistas invitados por la organización Conexión Israel nos embarcamos en el viaje. Somos unos 20 de diferentes nacionalidades y medios de comunicación. Cuando conversamos un poco en el aeropuerto, era casi la misma historia: todo el mundo nos había preguntado si no nos daba miedo ir a Israel, y la respuesta es, la verdad, no. Uno tiene sus temores, pero creo que es una excelente oportunidad para estar allá.
Aquí vamos, primero en el aeropuerto de Miami, la partida rumbo a Barcelona para luego hacer la conexión a Tel Aviv. Dos horas de retraso al avión necesitaban hacerle unas inspecciones cruciales para viajes transatlánticos, así que unos quince minutos originales fueron cambiando a media hora, y las notificaciones de American anunciando la nueva hora de partida de las 4:40. Salimos casi a las seis y cuarenta. Por fortuna, todo en el vuelo estuvo bien; estaba repleto y la comida típica de aviones, un poco insípida, con algo que rescatar, ya sea una galletita o una ensalada.
Al aterrizar, estábamos contra reloj: una conexión de tres horas, solo teníamos casi una hora y media. Varios de los que chequearon maletas estaban con la inquietud de que ni se las habían embalado hasta el destino final. Entre leyendo los avisos hasta buscando la puerta de salida, llegamos a la 14 D, desde allí partía el avión de El Al Israel. Después de preguntarnos y revisar nuestros documentos, todo quedó solucionado, hasta lo de las maletas. Vamos en este recorrido de cuatro horas y algo, y ya casi a punto de aterrizar.»
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