La promesa del presidente electo Donald Trump de «drenar el pantano» de Washington podría suponerle un problema a la hora de cubrir todos los cargos en su gobierno.
El plan de ética de Trump prohibiría a todos los funcionarios del poder ejecutivo cabildear durante cinco años después de dejar sus cargos, una de varias políticas que buscan disminuir la influencia de cabilderos.
Su equipo presentó el plan tres semanas antes de la jornada electoral, y «drenar el pantano» se convirtió rápidamente en una consigna de campaña, así como un hashtag en las redes sociales.
Los cabilderos, muchos de los cuales tienen oficinas en la Calle K a pocas cuadras de la Casa Blanca, dicen que es un error, y que le podría salir el tiro por la culata. El próximo presidente republicano tiene prisa por contratar a unos 4.000 empleados del sector ejecutivo y su limitación podría llevar a algunos candidatos a buscar trabajo en otra parte porque las normas ponen límites a la manera como pueden ganarse la vida cuando decidan renunciar.
«Esto tendrá un efecto paralizador sobre las contrataciones, sin duda», dijo Paul Miller, director del National Institute for Lobbying and Ethics. «La mayoría de la gente que acepta empleo en el gobierno quiere regresar al sector privado. No queremos políticos de carrera, y eso es lo que podríamos tener».
Pero para aquellos disgustados con la práctica de quienes llegan a Washington y nunca se van, la prohibición de Trump bien vale la pena contra el riesgo de perder a algunos empleados públicos en potencia.
«Demasiada gente acepta empleo en el gobierno como medio para engordar el currículum y salir y ganar millones. Es un problema y una realidad», dijo Meredith McGehee, directiva del grupo Issue One, que aboga por la reforma del gobierno.
El plan contiene propuestas audaces, algunas más realizables que otras.
Dentro del poder ejecutivo, puede aplicar la prohibición del cabildeo de un plumazo, pero las medidas que implican al Congreso son más difíciles. Trump dice que pedirá al Congreso que aplique la prohibición de cinco años a los legisladores y el personal, lo cual requeriría la aprobación de representantes y senadores, acaso temerosos de sus propias perspectivas de empleo futuro.
Mitch McConnell, líder de la mayoría en el Senado, no respondió directamente cuando se le pregunto sobre la propuesta de Trump de prohibir cabildear a quienes salgan del Capitolio. Dijo que él quiere que los legisladores «atiendan las preocupaciones reales del pueblo estadounidense», en lugar de obsesionarse con cada declaración realizada durante la contienda presidencial.
Trump quiere «extender la definición de cabildero para cerrar las rendijas que usan los ex funcionarios públicos al autodenominarse consultores y asesores, cuando todos sabemos que son cabilderos».
Es razonable, pero difícil, según McGehee. Los empleados por la industria de las influencias tienden a llamarse ahora «estrategas de relaciones de gobierno». En realidad, la cifra de cabilderos registrados en Washington ha caído a menos de 10.000 comparado con 15.000 hace un decenio. Esos «cabilderos» no se han ido, dice McGehhe: sólo han cambiado de nombre.
Fuente: Associated Press