Siete minutos. Ese fue el tiempo que bastó para que un grupo de ladrones de élite ejecutara uno de los robos más espectaculares de la historia moderna: las joyas de la corona francesa desaparecieron del Museo del Louvre sin disparar un solo tiro.
Según el experto en seguridad y defensa, Manfred Grautoff, el golpe evidencia una falla estructural de seguridad que desnuda la vulnerabilidad del sistema europeo ante el crimen organizado de alta gama.
“Este robo no lo planea un ladrón con suerte. Es una operación de inteligencia, tecnológica y biotecnológica. Se requieren al menos dos años de estudio, acceso a planos internos…”, explicó el analista. Grautoff estimó que solo entre 30 y 40 personas en el mundo podrían haber ejecutado algo así.
Grautoff apuntó que el robo responde a un encargo de coleccionistas o fondos privados internacionales que ven en el arte una inversión refugio: “Las piezas ya estaban vendidas antes de salir del museo”.
El experto concluyó que el robo moviliza el mercado negro internacional de arte, donde “el arte no se devalúa, se revaloriza. Y en crisis globales, se convierte en moneda dura”.