En solo unos días, el domingo 6 de junio, se deciden en segunda vuelta las elecciones presidenciales de Peru.
Yo estoy preocupado.
A mi siempre me ha fascinado Perú. Pienso que es uno de los países más interesantes y bellos que he conocido.
Soy fanático de la música de Chabuca Granda. Creo que me he leído toda la poesía de César Vallejo. Soy devoto de San Martín de Porres, Santa Rosa Lima y el Cristo de los Milagros. Sueño con volver a disfrutar de un ceviche en el restaurante La Rosa Náutica en el litoral limeño. Y les confieso que me enamoro fácilmente después del segundo Pisco Sour.
Pero más allá de todo eso, tengo enorme respeto por la gente peruana. He conocido gente peruana toda mi vida, aquí en Estados Unidos y en Perú.
Pienso que los peruanos no se merecen tener que escoger para la presidencia entre Pedro Castillo y Keiko Fujimori. Pienso que los peruanos no se merecen que todos los ex presidentes peruanos vivos están presos por corrupción o están acusados de ese delito, que en mi opinión equivale a una traición a la patria. Pienso que los peruanos no se merecen que de un momento a otro las autoridades sanitarias de su país revelen que contaron mal el número de contagios y muertes de Covid-19 y que en realidad las cifras son tres veces mayores a lo que se había informado.

No sé que pensarían los peruanos que conocí en mi juventud en Connecticut, como Manuela, que cocinaba las mejores papas a la huancaína y lomo saltado, y René, que hace tantos años me regaló un ejemplar de Los Comentarios Reales de los Incas de Garcilaso de la Vega, un libro fabuloso.
Yo siempre quise ir a Perú. Lo hice por primera vez en 1985. Era joven yo. En aquellos tiempos a veces repentinamente escribía poemas mal logrados cuando algo me inspiraba. Uno de esos momentos de inspiración me llegó cuando desde la ventanilla de un avión vi por primera vez los picos andinos del Perú. Escribí lo siguiente:
Tierra andina que de niño soñé ver
de aquí te veo, como cóndor, de la altura.
Nevados picos que se empinan sobre nubes.
Sierra India, Patria Inca, veo tu rostro
y escucho el canto, canto viejo, milenario
tierra andina de los sueños de mi infancia.
Yo guardo muy poco de la poesía que escribí. Pero el sencillo poema que un día hace tantos años dediqué a Perú, lo atesoro. No porque tenga valor literario. Es que es un poema de auténtico amor, como el que se le escribe a una novia.
La decisión sobre la presidencia de Perú corresponde a los peruanos. Yo respeto eso. Pero pienso que los peruanos se merecen mejores opciones. Me angustia lo que está viviendo Perú.
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