WASHINGTON (AP) — Estados Unidos ha pasado antes por esta situación: elogiar a un gobernante egipcio por apoyar los esfuerzos de paz entre israelíes y palestinos, a la par de expresar preocupación por el grado del compromiso de éste con la democracia en su país.
Más allá de las limitadas opciones, el gobierno del presidente Barack Obama mantiene la fe en el presidente Mohammed Morsi.
En una semana de intensa agitación en el Medio Oriente, Morsi surgió como el principal socio de Estados Unidos para impulsar la paz entre el estado judío y los jefes de Hamas que gobiernan la Franja de Gaza. Morsi asumió el papel de liderazgo que había quedado vacante desde el derrocamiento del presidente egipcio Hosni Mubarak hace casi dos años.
Tras ganarse los elogios de Estados Unidos y la comunidad internacional, Morsi de inmediato aprovechó su nuevo capital político y se arrogó mayores poderes en su país.
Las acciones de Morsi constituyen el recordatorio más reciente de que Washington no puede estar seguro de la firmeza de su relación con el país más poblado del mundo árabe en la transición política de éste tras décadas de autocracia laica. Egipto avanza hacia un gobierno más democrático pero menos proestadounidense que el de sus predecesores.
Por ahora, Estados Unidos —tal como hizo durante años con Mubarak— desea hacer una separación entre el Morsi que efectúa maniobras políticas internas en su país y el Morsi que se desempeña como mediador en el Medio Oriente.
«Creemos firmemente en que la situación (las disputas en Egipto) necesita una solución interna como parte de una transición a la democracia», dijo el secretario de prensa de la Casa Blanca, Jay Carney, en referencia a los nuevos decretos de Morsi con los que éste se ha puesto por encima de cualquier poder, incluido el judicial.
Tras retirar su lealtad a Mubarak en febrero de 2011, Estados Unidos había expresado confianza en forjar una nueva alianza más viable con Egipto, estructurada en la legitimidad de un verdadero gobierno representativo.
Para alcanzar ese objetivo, Washington tuvo que trabajar con una junta militar renuente e insegura de entregar el poder a los islamistas elegidos con el voto popular. Ahora sólo resta el intento de persuadir a Morsi, ex miembro de la Hermandad Musulmana, para que zanje las disputas con sus oponentes mediante las negociaciones.
Sin embargo, Estados Unidos tiene la incertidumbre de cuánto puede presionar, dado el tangible progreso hacia la democracia logrado por Morsi aun si el proceso se ha detenido.
Además, Washington no desea socavar el liderazgo del gobernante egipcio después de que este desafió a los radicales de su propio país cuando se comprometió a vigilar el tráfico de armas hacia Gaza y guiar la frágil paz que concertó la semana pasada entre Israel y Hamas.
Copyright 2012 The Associated Press.