El proclamado Socialismo del siglo XXI sigue la máxima de aquellas palabras de Fidel Castro a los intelectuales cubanos en 1961 de “dentro de la revolución todo y contra la revolución nada”, y aunque el proceso de radicalización en Venezuela ha sido más lento, no por ello ha resultado menos dramático.
Al compartir ADN con la revolución cubana, el chavismo –con sus peculiaridades– ha ido amordazando las voces de todos aquellos que disientan. En el mejor de los casos, figuras importantes del arte y la cultura abandonan el país. Quienes permanecen en Venezuela, apoyan el penoso proceso de la censura o guardan silencio. Y los que manifiestan su descontento lo hacen a expensas de vivir en la incertidumbre.
Un déjà vu para los cubanos fue la expulsión del periódico El Universal de Venezuela a la reconocida caricaturista Rayma Suprani. “Me botaron después de 19 años laborando en el diario, yo no me fui, sino me echaron por no acatar la censura en mi trabajo y por haberme vuelto incómoda para la nueva línea informativa progobierno. El diario fue comprado por un consorcio fantasma que aun no devela quién es el nuevo dueño”, explica Suprani desde Caracas.
De la misma forma, resultó otro déjà vu el mes pasado la imagen de la comunidad venezolana apoyando en Miami a uno de sus ídolos de la canción, Yordano Di Marzo, quien se recupera en Nueva York de una delicada enfermedad. El espectáculo Noches de luna se celebró en el Miramar Cultural Center –con todos los asientos vendidos– como homenaje y evento de recaudación de fondos en beneficio de Yordano.
Inseguridad y angustia
Por su parte, el maestro Enrique Hidalgo, uno de los compositores venezolanos más importantes y queridos, a la pregunta de cómo ve la situación de la cultura y el arte en su país en la actualidad, responde: “La práctica cultural de orden humanista y democrática en estos momentos en Venezuela es tan perseguida y negada como otros aspectos del acontecer político de un Estado cuya visión y práctica cultural es eminentemente fascista, militarista, atea, sin argumentos y negadora de todo principio de respeto, convivencia pacífica y orden. Es la cultura de la violencia y la improvisación contra la cultura de la razón, el desarrollo y la solidaridad”.
Karina Matheus, promotora cultural venezolana y fundadora de la plataforma BEART, ayuda con su fundación desde Miami a los artistas emergentes, especialmente inmigrantes, a darse a conocer y a avanzar en sus carreras en el sur de la Florida. Sobre el tema expresa:
“Desde mi óptica, me luce muy complejo lo que está sucediendo allí. Ciertamente, las crisis son el caldo de cultivo para generar propuestas y establecer resoluciones más profundas dentro de la creación artística. Sin embargo, los artistas que se encuentran en medio de estas vivencias sufren como el resto de los venezolanos de inseguridad y angustia en todos los niveles” y cuestiona el hecho de que el apoyo que las entidades del Estado brindan al arte y la cultura operan sin estrategia, y “peor aún, bajo una abierta militancia política”, afirma Matheus.
El teatro se ha beneficiado
Para la periodista venezolana radicada en Miami desde hace 15 años, Belsay Hennig, productora de la estación radial Actualidad Radio, y profesora de Comunicación del Unicaribe College de Miami, “a pesar del sistema político, sigue existiendo el arte y la cultura. Y así como debe haber personas que reflejen la ideología oficialista, existen los que prefieren su libertad y su independencia”, y explica que quien más se ha beneficiado de la situación en Venezuela es el teatro.
“Muchos artistas comentan que es el mejor momento para este género artístico. Por ejemplo, el cierre de Radio Caracas Televisión (RCTV) afectó la industria de las telenovelas, así que muchos actores han emigrado de la televisión al teatro”, abunda Henning.
Pero para Suprani, la vida dentro de Venezuela se vuelve más difícil cada día. “Aun estoy en Caracas y sufro las consecuencias del desastre actual en que se encuentra el país. He sido víctima de amenazas de muerte, insultos y me han sometido al escarnio público por el canal del estado”, afirma la caricaturista.
Es que el déjà vu de la censura cubana que echó a andar el fallecido ex presidente de Venezuela Hugo Chávez, en manos del actual gobernante Nicolás Maduro se ha acelerado drásticamente, dejando deteriorado el orden económico, que como efecto dominó va tocando todas las instituciones de la nación, y polarizando aun más las posiciones políticas.
Por eso, los artistas atrapados en este tipo de dictadura que no deja margen a las alternativas, a la corta o a la largan abandonan su país o corren el riesgo de ver sus alas más cortas cada día que pasa.
“Admiro a los artistas de mi tierra querida, aun con tanta penumbra crean y tienen éxito”, comenta la también venezolana Norelkys Blazekovich, directora de Irreversible Projects. Blazekovich apoya a los talentos de su país llevándolos a ferias de arte de alto reconocimiento internacional.
Hennig, quien también dirige la publicación CG Magazine en Estados Unidos, apuesta a la situación con mirada hacia el futuro. “Venezuela seguirá, el gobierno de turno, este u otro, son temporales, aunque para los seres humanos el tiempo que dure un gobierno puede parecer largo, nunca durarán más que una obra de arte, que una expresión cultural, que son en su esencia, eternos”, dice.
Volviendo al espectáculo Noches de luna, mencionado al inicio, este llegó a reunir en un mismo escenario aquí en Miami a casi 40 artistas de diferentes países, entre ellos Lena Burke, Luis Enrique, Jorge Luis Chacín y Nelson Arrieta, gracias a su productor musical Boris Bossio.
“Uno de los momentos más importantes y emotivos fue cuando Yuri, esposa de Yordano, recibió la proclama que gentilmente hiciera la comisionada de Miami-Dade Rebeca Sosa, decretando el 28 de junio como Día de Yordano Di Marzo”, dice Bossio.
Como los cubanos, los venezolanos plantan bandera en la vida política, social y cultural del Gran Miami, y los artistas en este desgarrador déjà vu también tienen sus Días –no en su país de origen– sino en el sur de la Florida.