Con la ayuda de un primo que reside en Estados Unidos, Marylín Álvarez compró una juguera, un freezer y tazas, pero le faltaban sillas y materias básicas como harina, café o queso para abrir una cafetería en el portal de su casa en La Habana.
El negocio podría haber sido una muestra exitosa de la combinación entre la limitada apertura económica autorizada por el gobierno cubano para el desarrollo de pequeños emprendimientos y el efecto de las remesas como fuente de inversión, pero no prosperó.
La administración del expresidente Donald Trump suspendió las vías formales de envío de dinero a Cuba en 2020, una medida que su sucesor Joe Biden anunció que revertiría, aunque no precisó fecha ni dio más detalles. Además, la pandemia cortó las visitas de los cubanos que viven en el extranjero y traían en mano miles de dólares y mercancías para sus parientes.
Álvarez prefirió trabajar como manicurista y postergar el establecimiento de su cafetería antes que recibir efectivo por vías alternativas más o menos legales —como el uso de criptomonedas— que muchos de sus compatriotas inventaron en estos dos años para seguir cobrando remesas.
“Con esto se gana muy poco, no me da para poder hacer una inversión”, se lamentó Álvarez ante The Associated Press mientras pintaba las uñas de una clienta para contribuir al sostenimiento de su hogar, compuesto por su esposo y dos hijas.
No hay cifras oficiales sobre las remesas en Cuba, pero según Havana Consulting Group, con sede en Miami, en 2019 los envíos de dinero sumaron unos 3.700 millones de dólares más un volumen similar en mercancías —cajas de alimentos no perecederos y electrodomésticos, por ejemplo–, provenientes sobre todo de Estados Unidos. Según esa organización, en 2021 el monto cayó a unos 1.000 millones de dólares.
En tanto, el economista cubano y profesor de la Universidad Javeriana de Cali, Pavel Vidal, indicó que las remesas desde Estados Unidos hacia Cuba rondaron en el período entre 2005 y 2020 un promedio anual de 2.100 millones de dólares. Entre 2018 y 2019, medio millón de cubano-estadounidenses viajaron a la isla y otro medio millón de ciudadanos de Estados Unido arribó en 2018, una cifra que bajó a 60.000 en 2021 como consecuencia de las sanciones estadounidenses y la pandemia.
Trump cerró las operaciones de Western Union en noviembre de 2020 luego de poner en una lista negra a la contraparte cubana, la agencia FINCIMEX, que realizaba unas 240.000 operaciones mensuales por un monto anual de entre 900 y 1.500 millones de dólares. Ya por aquel entonces también se traía una buena cantidad de dinero y mercancías a través de “mulas” (personas que transportan el dinero a escondidas), pero las limitaciones impulsaron definitivamente las vías alternativas.
Expertos aseguraron que se desconoce cómo se pagará a los receptores del dinero, dado que, así como se modificaron las formas de envío, hubo también cambios en el sistema monetario de Cuba. En 2021 se eliminó un tipo de moneda —el CUC, equiparable en dólares— pero ahora hay dos tipos de cambio para los dólares: el oficial a 24 pesos cubanos y el informal —que se aplica en la calle— sobre los 100.
Las autoridades aseguraron que no tienen dólares para entregar a los ciudadanos y nadie aceptaría una tasa de 24 por un billete por el que podría obtener cuatro veces más.
“El flujo de remesas nunca dejó de llegar”, dijo a la AP Erich García, un programador especializado en criptomonedas y administrador de páginas de comercio electrónico de 35 años. “El cubano con su creatividad ha inventado mecanismos excelentes”.
Una de las alternativas que en estos dos años comenzaron a usar los isleños son las criptomonedas: una persona en el extranjero las envía a otra en la isla y ésta lo entrega a un tercero efectivo o en su cuenta bancaria. El mecanismo es popular entre jóvenes y algunos profesionales.
Según García, unos 100.000 cubanos operan criptomonedas y a través de ellas se pueden pagar facturas o comida a domicilio.
Otra posibilidad es lo que García llamó “intercambio de favores”: alguien afuera del país envía dinero a otras persona en el exterior que tiene fondos en la isla y entrega -a veces a través de un socio y cobrando una comisión- a un tercero en Cuba a nombre del primero.
También está la opción de que parientes en el extranjero compren “combos” -canastas de alimentos y aseo- a su familia y amigos. Los sobrantes -detergente, café, aceite- suelen ser comercializados entre vecinos.
Asimismo, funcionan como remesas las recargas de teléfono móvil de la compañía estatal ETECSA que alguien realiza vía web desde el extranjero y que una vez recibidas son un activo que se puede transferir.
Para los más formales o que están afuera de Estados Unidos -como España y Canadá- quedan las transferencias bancarias que operan sin ser sancionadas por Washington.
Emprendedores como García se muestran cautelosos sobre el alcance de los anuncios de flexibilización de Biden. “Habría que esperar a ver cuáles son las soluciones que ofrecen estas medidas, que no dejan de ser buenas, pero ya hay un mercado que está resolviendo ese problema”, indicó.
Impuesto hace seis décadas para presionar un cambio de modelo político en la isla, el embargo tuvo momentos de flexibilización durante la administración de Barack Obama, quien propició un histórico deshielo luego revertido por Trump.
Biden había prometido retomar el camino de Obama y apenas la semana pasada anunció unos tímidos pasos, entre ellos, que se incrementarán los vuelos a la isla, se retomará el programa de reunificación familiar y se permitirá a los emprendedores tener acceso a plataformas de comercio electrónico. También se autorizará nuevamente el envío de remesas por los canales formales.
Según expertos, las iniciativas de Biden podrían tener en general un efecto positivo en las finanzas familiares, al igual que la posibilidad de incrementar los viajes, y distender las relaciones entre Cuba y Estados Unidos en el marco de una profunda crisis de desabastecimiento en la isla que se agudizó con la pandemia.
“Las medidas que ha tomado el presidente Biden van a tener un impacto no despreciable a corto y sobre todo a mediano plazo”, auguró a AP el economista y profesor de política y relaciones internacionales en Holy Names University en Oakland-California, Arturo López-Levy. “Dada la situación tan precaria que tiene la economía cubana debe considerarse un espacio de alivio”.
Fuente: AP