En el mismo día en que el presidente estadounidense Joe Biden condenó a Rusia por su invasión a Ucrania y le impuso duras sanciones, su única otra aparición pública fue en un evento centrado en la necesidad de desbloquear la cadena de suministro de los minerales utilizados en las baterías, artículos electrónicos y otras tecnologías.
Los eventos consecutivos del martes resaltaron dos temas que compiten por la atención de Biden mientras se aproxima la primavera de un año de elecciones intermedias: la perspectiva de una desastrosa guerra terrestre en Europa que no hará más que aumentar la inflación y otros problemas en el país, al tiempo que se gestionan una serie de retos internos y tareas imprescindibles.
Para Biden, la convergencia de asuntos exteriores e interiores de tal urgencia pone a prueba las afirmaciones, a menudo arrogantes, de gobiernos anteriores de que un presidente tiene que ser capaz de “caminar y masticar chicle al mismo tiempo”.
En sus declaraciones del martes, Biden reconoció este preocupante cruce, en un momento en el que los precios del petróleo y la gasolina han ido en aumento debido al oscuro panorama en Ucrania.
También anunció sanciones contra las instituciones financieras, los oligarcas y los bancos rusos, así como sobre la deuda de Rusia, con lo que el país quedaría aislado de los sistemas financieros de Estados Unidos y Europa.
Sin embargo, Biden también dijo que quiere limitar el “daño” para los estadounidenses, ya que las sanciones destinadas a presionar al presidente ruso Vladimir Putin también podrían restringir las exportaciones de petróleo y gas natural de Rusia y hacer que los precios mundiales de la energía se disparen.
“Quiero tomar medidas enérgicas para asegurarme de que el daño de nuestras sanciones sea para la economía rusa, no a la nuestra”, dijo el presidente en la Casa Blanca. “Seguimos de cerca los suministros de energía para detectar cualquier interrupción. Estamos ejecutando una coordinación planificada con los principales consumidores y productores de petróleo hacia una inversión colectiva para garantizar la estabilidad y el suministro energético mundial.”
La Casa Blanca también examina esta semana a los candidatos para una próxima vacante en la Corte Suprema. A esto hay que añadirle la mayor inflación en 40 años, una agenda interna estancada, una serie de órdenes ejecutivas que hay que aplicar, inversiones en infraestructuras por gastar y unos índices de aprobación a la baja que podrían dificultar aún más su aplicación. Y el impacto de la pandemia del COVID, aunque parece desvanecerse, todavía se resiente.
En el evento sobre minerales, Biden resaltó la importancia de invertir en la producción estadounidense y evitar la dependencia en China. El gobernador de California, Gavin Newsom, saludó a Biden en el acto sobre minerales expresando su sorpresa de que el evento virtual no fuera aplazado a causa del conflicto en Ucrania.
«No estaba seguro de que fueras a hacer esto hoy”, bromeó Newsom. “Gracias por no cancelarnos”.
El inicio de una invasión rusa en Ucrania tiene efectos indirectos en los planes previos que tenía Biden. Se necesita tiempo para recorrer el país y recabar apoyo para los demócratas, como dijo que haría para intentar mantener el control del Congreso en las elecciones de mitad de mandato, y controlar la inflación se vuelve más complicado a medida que Estados Unidos y sus aliados europeos intensifican las sanciones contra Rusia.
Al mismo tiempo, la invasión pone a Biden en un aprieto, ya que planea ampliar las sanciones sólo para contrarrestar cualquier agresión adicional de Putin.
“El hecho de que Putin tenga el control sobre cuándo y cómo y hasta qué punto invade, realmente coloca a Biden en una posición muy difícil”, dijo Cal Jillson, politólogo de la Universidad Metodista del Sur en Dallas. “Parece que Putin está completamente a cargo”.
Y todo esto quita protagonismo al problema que, según los estadounidenses, Biden debe priorizar: la inflación. Una encuesta realizada en diciembre por el Centro de Investigación de Asuntos Públicos de Associated Press-NORC reveló que el 68% de los estadounidenses consideraba que la economía era una prioridad absoluta, mientras que el 24% decía que el costo de vida debía ser la máxima prioridad.
Fuente: AP