Por: Ricardo Montes de Oca
El tema de conversación en las Reuniones Invernales de las Grandes Ligas, que se llevaron a cabo la semana pasada en Washington, fue sobre los cerradores y el alto precio con que se cotizaron en el mercado; alcanzando niveles históricos.
Mark Melancon, Aroldis Chapman y Kenley Jensen fueron los tres protagonistas, siendo los dos últimos los más pretendidos por los Marlins de Miami, quienes desde mucho antes del comienzo de estas reuniones admitieron su interés por solidificar el bullpen, con la intención de reeditar algo similar a lo hecho por los Reales de Kansas City, cuando utilizando esa fórmula para alzar el trofeo de Serie Mundial en el 2015. Otros que estuvieron cerca fueron los Indios de Cleveland este año, estando a una victoria de conseguir algo similar ante los Cachorros de Chicago, apoyados por Andrew Miller y Cody Allen en la parte final de los juegos.
En fin. Miami, con múltiples fallas en su pitcheo abridor, decidieron darle prioridad al bullpen, a pesar de que de cierta manera se las ingeniaron para construir una rotación plagada de serpentineros que se han acostumbrado a cumplir labores de terceros o cuartos en las rotaciones de sus anteriores equipos – Wei-Yin Chen, Jeff Locke y Edinson Vólquez.
Chapman, quien a sus 28 años estaba pidiendo una sexta campaña en su contrato –así de inflado está el mercado para los cerradores–, terminó “conformándose” con una firma de cinco zafras y $86 millones con los Yankees de Nueva York. Luego se conoció que los Marlins le habían ofrecido un millón más al cubano, quien terminó decantándose por volver a los mulos.
Melancon, a pesar de salvar más que el isleño en los últimos años, acordó con los Gigantes de San Francisco por cuatro campañas y $62 millones.
Pero la pregunta que nace a raíz del interés de los equipos en pagar altas cantidades de dinero por estos cerradores, es si realmente un jugador que normalmente se encarga de sacar tres outs cuando el juego está cerrado, podría cambiar drásticamente el destino de una franquicia.
Soy de los que piensa que la vida de un cerrador –salvo excepciones como la de Mariano Rivera, Trevor Hoffman o el propio Francisco Rodríguez– es corta, por lo que invertir tanto dinero y años por un jugador con este rol puede llegar a ser contraproducente.
Es curioso que los Marlins quieran hacerlo, cuando su propia historia les ha demostrado que pueden convertir a relevistas un poco más económicos, en cerradores capaces de hacer el trabajo. Así lo hicieron en su momento con Armando Benítez, Todd Jones, Kevin Gregg, Joe Borowski, por nombrar algunos.
Pareciera que la tendencia del conjunto de Miami ha cambiado un poco. Hasta hace unos años, era un conjunto caracterizado por no gastar mucho dinero en el mercado de agentes libres, dedicándose al desarrollo de los prospectos, quienes tras su posicionamiento terminaban siendo vendidos y para así comenzar un nuevo ciclo.
Hoy, con unas granjas en luz roja por la falta de talento joven, los Marlins intentan competir con los mejores equipos en la caza por los agentes libres más cotizados del momento, sin importar las fallas que existan en casa. Ocurrió en el 2011 con José Reyes y Heath Bell, se repitió la historia hace un año con Chen, y 365 días más tarde parecen seguir la tendencia, con el empeño de querer reforzar un bullpen que estuvo por encima del promedio de la liga en el 2016.
No cuestionó la calidad de estos tres taponeros, quienes sin dudas se han ganado cada uno de los dólares por los cuales han firmado. Al final de cuentas, no es su culpa el incremento del mercado de agentes libres, si hay que señalar a alguien sería a los gerentes que prefieren satisfacer sus caprichos de querer firmar a un jugador a cualquier costo, sin tomar en cuenta los factores del juego como tal.