Ricardo Montes de Oca
Ya pasados los ánimos y emociones causados por la Serie Mundial, ha llegado oficialmente el fin de la temporada de béisbol en Estados Unidos. Sin embargo, ahora comienza un nuevo proceso, que si bien no es tan llamativo, podría definir el destino de muchos conjuntos de aquí a un año.
La temporada muerta, o si prefiere receso de temporada, es el proceso por el cual los equipo intentan, mediante firmas de agentes libres o cambios con otras escuadras, encausar las intenciones que tengan para el arranque de un próximo calendario.
El período en el que se realizan los mayores movimientos son las reuniones invernales, a realizarse en Washington D.C. entre el cinco y ocho de diciembre.
Los aficionados de los Marlins deberían marcar en su calendario estas fechas, pues se espera que el equipo esté en varias de las conversaciones. Miami tiene muchas fallas en su platilla, pero ninguna como su cuerpo de lanzadores abridores, y el intento de intentar llenar ese vacío le puede costar caro a Jeffrey Loria.
Los Marlins comienzan esta temporada muerta en mala posición; primero por la falta de abridores en el mercado y segundo por la poca cantidad de novatos que podrían vender a otros conjuntos a cambio de un estelar serpentinero. Pero no por eso el equipo debe sentir menos sentido de urgencia a la hora de mover su roster.
Rich Hill (12-5, 2.12 EFEC), Jason Hammel (15-10 3.83 EFEC), Edison Vólquez (10-11, 5.37 EFEC) y Bartolo Colón (15-8, 3.43 EFEC) son los abridores más llamativos que pueden encontrarse en la agencia libre, y probablemente, por la falta de brazos, sean firmados a un precio muy superior a su valor real en el mercado. Los Marlins deberían estar entre los equipos interesados en adquirir a alguno de ellos.
La otra vía que tienen los peces para reforzar su cuerpo monticular es por la vía del canje, y ante la ya indicada falta de prospectos, los de Miami estarían forzados a desprenderse de alguno de sus jugadores de todos los días. El equipo ha mostrado interés en el pasado en escuchar ofertas por el jardinero dominicano Marcell Ozuna y el campocorto cubano, Adeiny Hechavarría. Por allí parece que podrían ir los movimientos.
Queda claro que por ninguno de ellos los Marlins obtendrían a un lanzador como Clayton Kershaw o Jon Lester, pero sí algo mejor de lo que tienen en la actualidad.
Ahora, si se realiza uno de estos cambios, los Marlins necesitarían sustituir con alguien a Hechavarría y/o a Ozuna, lo que hace volver la mirada al mercado de agentes libres.
Los nombres más atractivos en los jardines, aunque poco reales para los Marlins, son los de Yoenis Céspedes y José Bautista, pero vaya que Miami tendría que abrir la billetera para firmar a alguno. Otros más viables pudieran ser Dexter Fowler, Ángel Pagán, Jon Jay o Rajai Davis.
Pero en el campocorto las cosas se complican un poco más, por la falta de jugadores disponibles. Entre los paracortos disponibles están Erick Aybar, Alexei Ramírez y Rubén Tejada.
Los Marlins dejaron muchos aspectos positivos en el 2016, tras luchar hasta las últimas fechas por un puesto a la postemporada, pero no es un secreto que la pérdida de José Fernández deja totalmente desbalanceado a un cuerpo de abridores que ya dependía de él.
La clave en este proceso será la inteligencia de la oficina de los peces. La gerencia de Miami debe realizar estos proyectados movimientos con suma delicadeza. El pasado ya les demostró que el hecho de firmar a un jugador sólo estar disponible, o canjear a otro por estar urgido de rellenar un vacío, no es la mejor manera de armar un conjunto competitivo,
Heath Bell, Wei-Yin Chen, Andrew Cashner, José Reyes, por nombrar sólo algunos, son ejemplos de aquellos impulsos que han resultado en fracasos.
Sin embargo, si la tendencia varía, y los Marlins tienen “buen ojo” en esta oportunidad al conseguir ayuda balanceando precio/valor, este equipo podría conseguir ese extra que les faltó este año, y conseguir avanzar a los playoffs por primera vez desde el 2003.