El papa Francisco llegó este viernes a los campos de exterminio nazi de Auschwitz y Birkenau, donde pasó cerca de dos horas, pero prefirió que su recorrido sea en silencio por lo que no pronunció discursos.
El pontífice argentino fue recibido por el director del museo de Auschwitz a las 9:19 hora local y después se trasladó en un pequeño coche eléctrico al bloque 11, donde se encuentran las celdas subterráneas en las que se encerraba a los prisioneros para que murieran de hambre y sed.
Allí Francisco se detuvo para rezar y luego se encontró con diez supervivientes de estos campos y con 25 de los «Justos de las naciones», las personas que contribuyeron de alguna manera a oponerse al holocausto o salvar judíos.
Más tarde recorrió los lugares que recuerdan a San Maximiliano Kolbe, el sacerdote polaco que murió en Auschwitz al ofrecerse a cambio de otra persona.
Francisco pudo retirarse en oración en la celda donde el santo polaco fue encerrado para que muriera de hambre, y justo este viernes se recuerda los 75 años en los que Kolbe fue condenado a morir.
Por la tarde, visitará el hospital pediátrico de Prokocim, uno de los más importantes del país y donde podrá saludar a unos 50 niños que se encuentran hospitalizados.
En esta tercera jornada de su viaje a Polonia, que concluirá el domingo, asistirá en la explanada de Blonia al Vía Crucis organizado con ocasión de la Jornada Mundial de la Juventud y dirigirá unas palabras a los jóvenes.
El peso de la nación cuyos líderes ordenaron la masacre de seis millones de judíos acompañó al anterior papa, Benedicto XVI, hasta la puerta de Auschwitz donde la frase «Arbeit macht frei» («El trabajo hace libres») acogía a los prisioneros que llegaban hacinados en trenes.
Aunque el papa alemán hizo referencia a su deber de visitar este lugar de dolor y habló de «perdón y reconciliación» y se preguntó: «¿Por qué, Dios, has callado?», muchos de los pasajes de su discurso fueron duramente criticados.