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Asesino en secundaria pide perdón durante su testimonio en Miami

por actualidad

Michael Hernández sorprendentemente tomó el estrado de los testigos el jueves para insistir que sentía haber apuñalado salvajemente a un compañero adolescente dentro de un baño de una escuela secundaria Palmetto Bay hace más de una década.

“Él siempre fue un buen amigo”, dijo Hernández, que parece quedarse sin habla. “Tuve que aprender durante años lo equivocado que estaba”.

Hernández declaró el jueves en su segunda audiencia de sentencia por el asesinato notorio de Jaime Gough, de 14 años de edad, en la Escuela Intermedia Southwood en febrero del 2004, un crimen que conmocionó al sur de Florida y originalmente lo envió a prisión de por vida. Fue la primera vez que Hernández declaró en el juicio. No tomó el estrado en su primera sentencia en el 2008.

Debido a una decisión del Tribunal Supremo en el 2012, que prohíbe la cadena perpetua automática para condenados por asesinato menores de edad, Hernández tiene ahora la oportunidad de convencer a un juez que merece indulgencia. Él tenía 14 años cuando ocurrió la matanza.

Pero Hernández tuvo que soportar un interrogatorio por la fulminante fiscal Gail Levine, quien inmediatamente lo acusó de falsificar su emoción. “¿Cómo reuniste esas lágrimas?”, Levine gritó. “Como te sientas hoy aquí, lloras en el momento justo”.

«No, señora», respondió Hernández.

“Usted no tiene ninguna lágrima en l cara”, dijo Levine después.

El dramático testimonio destacó en el segundo día de la sentencia de Hernández. El juez de circuito de Miami-Dade John Schlesinger todavía lo podría condenar a una vida tras las rejas, aunque debido a una nueva ley de la Florida, un juez podría optar por dejarlo en libertad en unos 13 años.

Hernández, ahora de 26 años, dijo que si estuviera libre, le gustaría convertirse en un asistente legal para ayudar a otros que estén en su lugar. “Me quiero casar”, dijo. “Quiero tener hijos algún día”.

Gran parte de su testimonio sirvió para tratar de compensar el efecto de la principal prueba de la fiscalía: una serie de extrañas llamadas telefónicas desde la cárcel, algunas de ellas con la novia de unos amigos de Oregon y quien le escribió después de enterarse de él en un libro sobre asesinos en serie.

Muchas de las llamadas, registradas por el sistema de la cárcel, se centraron en temas morbosos, incluyendo los asesinos en serie. Hernández juró que sólo le siguió la corriente por finalmente encontró una mujer que estaba interesada en él.

“Yo no la conozco muy bien”, dijo Hernández. “Yo sólo estaba tratando de encontrar algo de qué hablar. Sabía que ella estaba interesada en eso”.

Hernández también defendió su amor por la música heavy metal, con letras violentas, la cual su padre usualmente pone para él a través del teléfono. Afirmó que la música era una manera de relacionarse con su papá – y el amor por las letras se deriva de sus días solitarios en detención.

“El metal es una música para los excluidos, para los solitarios, para la gente que se sienta sola o frustrada”, dijo el abogado de Hernández Manny Alvarez.

Cuando su testimonio directo había terminado -y con una sala llena de espectadores-, la fiscal tomó su turno. Inmediatamente atacó a Hernández, describiendo una serie de comentarios oscuros en las llamadas desde la cárcel, entre ellos uno sobre “traer nuevamente” el Holocausto.

“Fue una estupidez decir … Yo no lo creo”, dijo Hernández.

“Sabes qué es estúpido: No pensaste que yo era lo suficientemente inteligente como para escuchar tus llamadas”, replicó Levine.

“Nunca he tenido ese pensamiento”.

«Pensaste que estos fiscales no tiene el tiempo para escucharlas”, dijo Levine. “Pero tengo todo el tiempo del mundo para ti”.

Entonces ella desafió a Hernández con pedir perdón a su hermana menor, Christina. En el 2004, Hernández había compilado una lista de personas a matar incluyéndola a ella y a Jaime.

Desde el estrado de los testigos, él se volvió a su izquierda. Christina Hernández, sentado en la multitud, comenzó a gritar.

“No tenía intención de hacerte nada”, dijo. “Yo estaba furioso un día. Eso es todo lo que era. Te amo”.

Levine estaba escépctica.

“¿Fue así como lo fue con Jaime?”, dijo. «¿Un mal día?»

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