Desde que asumió el cargo, el gobernador de Florida ha tenido una relación habitualmente incómoda tanto con la Legislatura de la entidad controlada por los republicanos como con otros funcionarios del partido. Ahora, Rick Scott ha sufrido una serie de derrotas que podrían hacer sus últimos dos años y medio en el cargo casi irrelevantes.
Esos últimos años también pueden servir como un recordatorio de que hay límites a la influencia que puede tener un hombre de negocios multimillonario acostumbrado a hacer las cosas a su manera, en medio de políticos inclinados hacia los acuerdos y las negociaciones, informó AP.
Los legisladores republicanos ya rechazaron una iniciativa de Scott para recortar severamente los impuestos y gastar 250 millones de dólares en incentivos para las empresas. También le sabotearon un importante acuerdo de juegos de azar negociado con la tribu de los seminoles de Florida y es posible que rechacen a su nominado para el departamento de Salud del estado. También hay cada vez más rumores de que si Scott veta partes del presupuesto de este año, los legisladores anularán sus medidas.
Sin embargo, también podrían estar en juego otros factores políticos.
El año pasado, Scott enfureció a los legisladores con amplios vetos a los presupuestos en cuanto a proyectos municipales. Dejó de recaudar fondos para el partido Republicano después de que activistas del partido rechazaron el año pasado su nominación para dirigirlo. Más recientemente, el flirteo de Scott por un posible aval del precandidato presidencial Donald Trump desató la furia de otros republicanos.
La mayoría de los legisladores de Florida se alinearon ya sea con el exgobernador Jeb Bush o bien con el senador federal Marco Rubio, y una vez que Bush se retiró cambiaron su apoyo a Rubio.
En un mensaje por Facebook esta semana, Scott dijo que no iba a apoyar a nadie antes de las primarias de Florida del 15 de marzo. Sin embargo, subrayó que «la clase política se puso en mi contra» cuando él se presentó por primera vez en 2010. Se trató de un evidente guiño a Trump, cuya campaña no ortodoxa ha atraído reproches del establishment de los republicanos como Mitt Romney.
«Creo que esta es una relación de negocios y me pregunto si hemos pasado el tiempo necesario para construir relaciones», opinó el senador Jeff Brandes, un republicano de St. Petersburg. «Es una cuestión de confianza. Con algunas de las acciones de los últimos dos años esa confianza se ha desgastado y eso ha dado lugar a algunas de las impugnaciones».
Cualquiera que sea la fuente última de la tensión, Scott ya se está preparando para más decepciones. Sin dar muestras de arrepentimiento, Scott dijo que si los legisladores de su partido no apoyan el acuerdo con los seminoles y rechazan sus recortes fiscales, se alejarán de iniciativas que podrían traer puestos de trabajo al estado.
«Mi responsabilidad como gobernador es hacer exactamente lo que prometí en 2010 y 2014», dijo Scott. «No hay duda de por qué decidí competir: reactivar la economía y asegurarme de que la gente consiga trabajo».