El ingeniero Andrés Tremante, experto en seguridad energética y profesor de la FIU, advirtió sobre los peligros impredecibles de una posible explosión en instalaciones nucleares soterradas en Irán. Según su análisis, la estrategia de bombardeo en cadena y la dispersión del uranio enriquecido podrían generar consecuencias regionales devastadoras.
En medio de la creciente tensión en Medio Oriente y los rumores sobre una posible operación quirúrgica de Israel contra instalaciones nucleares iraníes, el programa Cada Tarde conversó con Tremante. Explicó la mecánica y el diseño detrás de la llamada “bomba torpedo”, una munición antibúnker de 30.000 libras capaz de perforar hasta 100 metros bajo tierra antes de detonar. “Está diseñada para penetrar con altísima carga cinética. No explota al impacto: perfora como una barrena, y luego detona en una segunda etapa”, detalló.
El experto añadió que esta bomba tiene dos fases de ignición y puede lanzarse en serie, como una perforación en capas. “La estrategia no es lanzar una sola bomba, sino varias sucesivas. La primera perfora, explota y deja un canal; la segunda sigue ese túnel y profundiza, y así sucesivamente hasta alcanzar el objetivo”.
Pero el verdadero riesgo, afirmó Tremante, no está en la precisión del arma, sino en las consecuencias posteriores de detonar sobre instalaciones nucleares como la de Fordo. “La pregunta no es si la bomba funciona. Eso está evaluado. La gran incógnita es qué pasa después de la explosión. ¿Habrá una nube radioactiva? ¿Qué magnitud tendría?”.
La instalación nuclear de Fordo está ubicada a solo 65 millas de Teherán, una ciudad de más de 10 millones de habitantes. Según Tremante, la dispersión del uranio enriquecido —cuya cantidad y calidad no son de conocimiento público— podría liberar material altamente tóxico a la atmósfera. “La radiación no tiene fronteras. No distingue geografía ni política. Puede afectar a millones de personas, y eso no se puede controlar una vez que se libera”, advirtió.
También sugirió que este factor técnico y no solo político podría estar detrás de la pausa estratégica que han tomado los aliados occidentales frente a una operación militar directa. “Yo creo que ese es el verdadero freno de mano. El dilema no es militar, es técnico y ambiental: si hay exposición radioactiva, ¿quién asume las consecuencias?”.